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Foto del escritorMario Alegre-Barrios

Raymond Torres Santos celebra medio siglo de trayectoria con su “Triple Concierto”


Raymond Torres Santos ha cincelado una brillante trayectoria como uno de los compositores puertorriqueños más prolíficos y premiados.

UNA CENA FAMILIAR al principio de los 90 en el que fue mi hogar en Jardines Metropolitanos, en Río Piedras, con hijos todavía niños y el intento compartido en la charla de sobremesa de imaginar el futuro de ambos, fue el inicio de una amistad longeva, con las intermitencias propias de la distancia, el tiempo y los quehaceres de cada cual, pero que tiene siempre en la música el pretexto y contexto idóneos para reconectar, conversar y recordar.

 

Platicamos de nuevo el pasado jueves, poco antes de que Raymond Torres Santos escuchara por primera vez —en el ensayo de esa noche— su “Triple concierto para violín, violonchelo, piano y orquesta”, que esta noche —a las 7— se estrena, como parte del programa que clausura la temporada da abonos de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, con el maestro Maximiano Valdés en el podio y el Trío Sanromá —integrado por Francisco Cabán, violinista; Luis Miguel Rojas, violonchelista; y Diana Figueroa pianista— como solista.

 

Además del estreno mundial de Torres Santos, la Sinfónica interpretará la séptima de las sinfonías —la  WAB 107 en Mi mayor— de Anton Bruckner.

 

Residente en la ciudad de Los Ángeles desde hace bastante tiempo, Raymond ha cincelado una brillante trayectoria musical como uno de los compositores más prolíficos y premiados de Puerto Rico, con una carrera de medio siglo y cuya vida corre cronológicamente paralela con la de la Sinfónica de Puerto Rico, ambos con 65 los de edad.

 

—Cuando miro hacia atrás, veo a este hombre con 50 años menos de los que tengo ahora, que se maravillaba al ver la música para piano en las librerías especializadas de aquella época —recuerda—. Veía todas esas partituras y decía, “¡wow!, eso es algo como de otro mundo”. Veía las partituras de orquesta y preguntaba cómo era posible esa fusión de violines, vientos, metales y maderas, con el piano. Recuerdo también cómo mi padre me llevaba a tomar cursos de órgano y piano y cómo los vecinos me ayudaban y me introducían al jazz cuando llegaban sus casas luego del trabajo… y ahora veo con asombro cómo yo estoy haciendo todo eso que veía tan desproporcionadamente grande.

 

Raymond comenta que esa feliz y premonitoria coincidencia de su nacimiento junto con el de la Sinfónica se anunció el día en el que vio un cartel en la Ponce de León que decía, “Aquí se construirá el Centro de Bellas Artes”, frente a una ferretería ubicada en lo que hoy es el Centro Europa y en cuyo sótano había una librería —Casa Abreu— atendido por “una señora muy atenta que vendía cosas de música”.

 

Y precisamente ahí, medio siglo después el estreno de este concierto triple. 

 

—Cuando pienso en estas cosas me doy cuenta de que yo he sido parte —y mi música también, por supuesto— de esta historia tan importante en la vida artística y cultural de Puerto Rico —apunta—.  Como educador, siempre les digo a mis estudiantes, “nunca dejen de soñar, incluso si esos sueños parecen demasiado grandes, porque poco a poco, gota a gota, se va haciendo un hueco en la roca y los sueños, con trabajo, voluntad, talento y pasión, se hacen realidad”.

 

Raymond señala que desde los 80 la Sinfónica ha estrenado sus obras, “desde mi primera sinfonía, que terminé en 1980 en el Conservatorio, dirigida por una directora estupenda y de la que casi nadie habla, Kerlinda Degláns”.

 

Respecto a su Triple concierto, Raymond explica que nació de la fusión de dos gestos, por un lado, la Sinfónica le hizo el acercamiento y, por otro, desde algún tiempo él venía pensando en escribir una obra para el Trío Sanromá. “

 

—Hablé con el maestro Valdés y con los miembros del trío y aquí estamos, en la antesala del estreno —dice con obvia expectación y entusiasmo.

 

Asimismo, comenta que un concierto, sea para uno o varios instrumentos, “siempre entraña complejidades”.

 

El Trío Sanromá. integrado por Francisco Cabán, violinista; Luis Miguel Rojas, violonchelista; y Diana Figueroa,pianista.

—A lo largo de los tres movimientos, cada instrumentista debe tener la oportunidad de destacar, de mostrar su virtuosismo y, a la misma vez, establecer una conversación, no solo con los otros dos colegas, sino también con la orquesta —ilustra—. Con ese modelo comencé y en el proceso conversé sobre todo con el maestro Cabán, quien me dijo que era curioso, pero cuando él decía a alguien que tocaba en un trío, era común que lo asociaran con un trío de guitarras y cantantes de boleros, y que sería interesante hacer esa conexión en la obra, entre el trio de guitarras y el Trío Sanromá.

 

En la conversación, llegaron a la conclusión de que a ambos les gusta Los Tres Ases, especialmente el guitarrista Juan Neri, un virtuoso. Con esa idea como norte, Raymond comenzó a componer el concierto por el segundo movimiento, el intermedio, un bolero, movimiento lento y romántico.

 

El reto: cómo comenzar y cómo finalizar.  La reflexión lo llevó a estudiar qué estaba pasando con el ritmo de la bomba, sobre la que hay una literatura puertorriqueña muy profusa.  Tomó tres toques de bomba y con ellos elaboró el primer movimiento, con una perspectiva obviamente sinfónica y distanciándose categóricamente de lo que pudiera ser solamente un arreglo.

 

—La música clásica, en contraste con la popular, puede no ser simétrica ni repetitiva, sino asimétrica y con giros sorpresivos y cambios de textura —señala—. Con estas herramientas del mundo sinfónico, creo que fui exitoso en el proceso. Para el tercer movimiento me inspiré en la salsa. Siento que es una obra con tendencias minimalistas, que de la misma manera que compositores como Philip Glass, Steve Reich y John Adams se inspiran en India, África y Estados Unidos para su minimalismo, yo intento en algunos pasajes de esta obra un minimalismo caribeño.

 

Los boletos para este programa están a la venta en Ticketera y en la taquilla del Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré.

 

 

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