SU PRIMER “Scarpia” -el célebre villanazo de la ópera “Tosca”, de Giacomo Puccini- fue en el 1972, con la soprano Grace Bumbry “y un tenor que entonces apenas comenzaba y prometía mucho, llamado Plácido Domingo”. El último fue en 1994, con Ghena Dimitrova y Luciano Pavarotti.
Entre uno y otro, el estelar Justino Díaz interpretó ese papel poco más de 200 veces alrededor del mundo, como parte de una espectacular trayectoria que evocó la noche del pasado lunes, en medio de uno de los ensayos de la puesta en escena precisamente de “Tosca”, que anoche presentó en una nueva producción Ópera de Puerto Rico y que regresa mañana con otra función a las 8 p.m. en la Sala de Festivales del CBA Luis A. Ferré, con un elenco encabezado por Yalí-Marie Williams, Rafael Dávila, Michael Chioldi y Ricardo Lugo, con la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, dirigida por el maestro Maximiano Valdés.
–¿Qué recuerdas de aquel “Scarpia”, del desafío de hacer un papel que se habría de convertir en uno referencial para ti y tu carrera?
–Ya ni me acuerdo por qué lo hice… no sé si fue idea mía. Creo que les dije “mira, ya que tenemos a Plácido y Bumbry, vamos a ahorrarnos unos chavitos y se lo damos a Justino Díaz, que está en el Metropolitan por lo menos… que si es más o menos bueno, eso es lo de menos”. Ya no recuerdo si fue eso, pero es muy posible… porque esa es la mentalidad de los jefes de las casas de ópera, que tienen que mirar siempre el dinero.
–¿Cuántas veces cantaste “Scarpia”?
–Por lo menos unas 210… bastantes, pero menos que “Escamillo”, “Don Giovanni” y “Fígaro”.
–Justino cantó mucho –interviene el enciclopédico operístico Carlos Carbonell, un google ambulante de este arte escénico-musical– leías cualquier revista especializada y dondequiera que estuviesen haciendo producciones nuevas de "Fígaro", ahí estaba Justino.
–Hacía todos los roles de flaco –añade Justino–. Fui engordando pero no fui encogiendo los roles. Seguía metiéndome en camisas de once varas. Era cómico… todos los trajes de “Don Giovanni” que traje aquí fue porque en años sesentipico me los regalaron de una producción de que se hizo en Toronto. Me pasee el mundo con esos trajes, incluso la espada. Siempre le iba soltando a los trajes.
–¿Y tu último "Scarpia" cuándo fue?
–En el Metropolitan en 1994, con Pavarotti y Dimitrova y Levine…
–Además de todo lo que tú le diste a “Scarpia” –la voz, el corazón, la vida–, ¿que te dio “Scarpia” a ti?
–Mucho dinero –dice con una sonrisa–. Estoy bromeando… “Scarpia” me dio la oportunidad de actuar a mis anchas… en mi carrera eso fue muy importante y me lo gozo. Claro que primero soy un cantante, pero me divierto mucho con los papeles que dan espacio para el despliegue histriónico, algo que suele suceder con los villanos, con los malos de la trama.
–¿Cuál fue el primer papel que te planteó ese reto actoral? –pregunta Carbonell.
–“Don Giovanni” y “Fígaro”… son roles que comencé a hacer cuando andaba en los veinte años y crecí con ellos, mejoré y descubrí en su compañía algunos de sus secretos, pero me retiré sin tener todas las respuestas. Esa búsqueda nunca se acaba…
–Cuando Mario te preguntó qué te dejó “Scarpia”, recordé –dice Carbonell– que he escuchado que, luego de hacer ese papel con Plácido, fue que surgió la oportunidad de hacer el papel de “Iago” en la película de “Otelo”, con el propio Plácido y la dirección de Franco Zeffirelli.
–Sí… ahí fue donde la familia Domingo -Marta y Álvaro, porque Plácido siempre habla con ellos y les hace caso- me escogió… Placido me contó que fue Álvaro quien, luego de escucharme en el “Scarpia”, le dijo: “papá, ahí está el ‘Iago’ de tu película”.
–Zeffirelli no había terminado con el “cast” para la filmación y eso le dio la oportunidad a Justino de ser elegido, con lo que añadió a su repertorio que también ha sido fundamental en su carrera –explica Carbonell.
–Durante la “Tosca” que hicimos aquí, Plácido me pidió que al otro día lo viera para que le cantara un poco del brindis y del credo de “Otelo” –recuerda Justino–. A la semana canté algo más y me dijo que hablaría con Franco, a quien yo ya conocía por “Antonio y Cleopatra”, que habíamos hecho en el Met. Entonces Franco le dijo a Plácido que yo fuera una semana a Roma… ese fue en 1984. Estuve una semana allá… para hablar y conocerme mejor, más allá de la vez que ya habíamos trabajado juntos. Me tuvo ahí como un rey. Volví un mes después para hacer un “screen test”, para ver cómo lucía en cámara. Al final Franco me dijo “aparently camera loves you”. Ahí se decidió por mí y él, –al igual que Plácido– se echó encima varios enemigos, quienes estaban furiosos porque el papel me lo dieron a mí, que nunca lo había cantado… barítonos muy famosos.
–¿Qué papel se te quedó en el tintero?
Piensa…
-Falstaff… y al final me lo ofrecieron… Tito Capobianco, que acaba de morir… le dije que sí, pero después me di cuenta de que la voz tuvo un deterioro grande después de las operaciones del corazón y del cáncer y todos los medicamentos que tuve que tomar.
-Y tus memorias, ¿cuándo las vas a escribir, con tanto que tienes que contar?
-No, para nada… en algún momento lo consideré, pero no… el que quiera escucharlos, que me lo diga y yo se los cuento en persona.
Antes de eso, un momento con Michael Chioldi…
El barítono estadounidense –quien hace el 'Scarpia" en esta producción de "Tosca"– comenzó cantando en coros de iglesias, pero desde muy niño se sintió atraído por la posibilidad de actuar, mientras también tocaba piano y guitarra.
-No estaba seguro de qué camino quería seguir, pero luego de terminar de cantar en una audición para hacer un solo con los coros, alguien me escuchó y me dijo, “hey, tu tienes talento, deberías de cultivarlo” –explica–. Dije que no, que estaba muy ocupado, pero al semestre siguiente tomé lecciones de canto y luego hice una audición en la que tenía que cantar el himno nacional… “Oh say can you seeeee…”. Mi primer ensayo fue con una parte en “Trouble in Tahití", una ópera en un acto de Leonard Bernstein. Y fue en ese momento que dije “wow, si puedo hacer esto, esto es lo que quiero hacer para el resto de mi vida”.
Con una pasión que se fraguó en la admiración que siente desde su formación por barítonos de la talla de Leo Nucci, Sherrill Milnes, Robert Merrill y Cornell MacNeil -su favorito- Michael Chioldi comenta que el desafío principal de interpretar a “Scarpia” es “impedir que la rabia se apodere totalmente del personaje”.
–Lo he cantado 50 veces y mi voz ya lo conoce a la perfección, así que me dedico a cuidar mucho el balance y no permitir que la actuación interfiera con el canto -explica.
–Luego de medio centenar de “Scarpias” en tu carrera, ¿dónde encuentras la magia para que cada noche sea igualmente estimulante para ti y no permitir que la rutina o la inercia te dominen?
–En la música… la magia está en la música -afirma-. Cada vez que escucho la música de esta ópera me conmuevo, es increíble. Cada nota tiene un propósito y la historia es estupenda.
Llega Justino, se saludan con efusividad.
–Justino, soy uno de sus grandes admiradores –le dice Chioldi–. Es un placer inmenso conocerlo en persona. ¿Nos podemos hacer un 'selfie'?
–Es tu primera vez en Puerto Rico… ¿qué sabías de Puerto Rico antes de esta visita?
–Tengo muy buenos amigos de aquí, como la soprano Ana María Martínez… sé de los tostones, el mofongo, la carne de cerdo, y el arroz y las habichuelas… y la gente. Cada persona con la que me he encontrado ha sido estupenda y me han tratado de maravilla.
Llaman a Chioldi al ensayo. Se acaba la entrevista.