A VECES EL FIN del mundo llega un día cualquiera, sin mucho ruido y solo se vuelve obvio cuando todo alrededor se convierte en un gran abismo. De alguna manera de eso se trata Privada. A veces esa catástrofe tiene un estruendo que únicamente tiene eco de la piel para adentro y solo se asoma al exterior convertido en lágrimas. De eso también trata Privada. A veces eso que es tan privado es fronterizo con lo que es público, con lo que social, con lo que es el país. Asimismo Privada tiene mucho que ver con esto.
Privada es el trabajo más reciente de la artista Teresa Hernández y se presenta desde esta noche –y por cinco días consecutivos, hasta el domingo próximo a las 8 p.m.- en La Beckett, en la avenida Ponce de León, proyecto en el que la autora e intérprete reflexiona también sobre la ruina que tenemos como país, pero, a la vez, sobre el asombro que plantea el privilegio de la vida.
En este trabajando colaboran con Teresa –como asistente de dirección y responsable de las proyecciones y su edición– Arnaldo Rodríguez Bagué y en el diseño de luces, Juan Fernando Morales. El cupo es limitado de 53 personas por función. El precio del boleto es de $12 para el público general, con un descuento del 50% para estudiantes. Incluye IVU. Para información y venta de boletos: (787) 525-7085.
Conversamos en La Beckett hace unos días, por la tarde, al filo de las 5, justo cuando ese halo fantasmal que caracteriza al casco urbano de Río Piedras se acentúa al cerrar los pocos negocios que aún intentan sobrevivir. Es la misma Teresa con la que conversé por primera vez hace 27 años, cuando comenzó profesionalmente con Viveca Vázquez, como parte del colectivo Taller de Otra Cosa. Es la misma que antes se había formado con Petra Bravo y Maritza Pérez y que en 1987 hizo Las fumadoras, con Viveca. La misma y también otra… pero sobre todo la misma.
El año pasado Teresa finalizó una maestría en Gestión y Administración Cultural, con un proyecto de tesis que fue una reflexión sobre su quehacer artístico y cuya publicación está en proceso.
–Esto me ha hecho mirar en retrospectiva –dice–. Como creadora comencé en 1991, pero desde 1985, ya como estudiante, empecé como una “bailarinita” con maestras como Petra Bravo y Maritza Pérez. Entonces, en el 1987, me topo con Viveca Vázquez para hacer Las fumadoras, que es una de las piezas emblemáticas de "Vecky" y yo tuve la suerte de estar ahí con ella. En el 90 comenzó Taller de Otra Cosa, el grupo de danza experimental convocado por Viveca y que en el 2000 yo lo heredo y se convierte en un espacio de pensamiento y arte y una organización cultural que nos permite seguir experimentando, conversando y tertuliando y que, a la vez, nos representa administrativamente. Desde hace 17 años yo, más que dirigirlo. lo cuido. Taller de Otra Cosa tiene un currículo único, con todo el proyecto de Rompeforma. Una parte fundamental de la historia de las artes escénicas experimentales están ahí.
"Si algo me ha enseñado mi oficio es a reinventarme y a bregar con poco. Mi trabajo se ampara siempre en una estética de la precariedad. 'Privada' habla de rescatar los espacios sencillos, habla sobre la ruina. Pero a la vez también habla sobre el asombro de vivir"
Teresa Hernández
–Al mirar ese camino, desde aquella “bailarinita” a la mujer y artista que eres ahora, ¿qué reflexión haces?
–Las carreras artísticas que se viven fuera de los mercados comerciales y con un gran rigor de entrenamiento, plantean siempre una militancia –dice–. Así ha sido conmigo, pero también con muchos otros, en especial los artistas que llevamos la práctica sobre nuestro cuerpo. El trabajo con el cuerpo y el lenguaje inevitablemente te lleva a una disciplina muy riguroso que no suele ser la regla en otros campos. Me empeñe en ser una artista creadora de un teatro que quería descubrir. Un camino para muchos equivocado, solitario, picando piedra… Cuando tomé esa decisión, mis condiciones eran otras, tanto en lo familiar como en lo económico. En aquel momento la industria de la publicidad y la locución estaba boyante. Todavía a inicios del 2000 mi ingreso principal venía de ahí. Le dije que “no” a hacer una carrera en televisión como comediante, porque insistía en buscar, en investigar cómo era la manera como yo quería habitar el escenario.
Teresa señala que siempre ha sido “una artista híbrida”, algo que ahora puede apalabrar y teorizar.
–Vivo el arte para pensar mi país –apunta–. Tengo esas raíces, mis maestras fueron artistas contestatarias. Yo tenía, por una parte, el país; por el otro, unas preguntas sobre el arte. Nunca me comí el cuento de “esto es teatro”, “esto es danza”. De ahí vengo y de ahí desarrollo mi voz. Desde muy temprano estuve en una frontera entre la danza, la actuación, el uso de los objetos, los espacios alternativos… siempre contextualizando. En términos del arte, he encontrado respuestas en cuanto a cómo habitar el escenario, la convivencia.
Añade que “en Puerto Rico los espacios de discusión y teorización sobre el arte escénico son muy limitados”.
–Puedes encontrar unos cuantos y muy cerrados, en la Universidad de Puerto Rico y para de contar –dice–. Y esa misma comunidad que no es del ‘main stream’, no está muy inclinada a la discusión profunda. Ha habido unas instancias, pero no ha sido algo constante. Para mí, es vital pensar en el arte y cómo se hace… eso es una razón de ser. Se sigue hablando de arte en términos muy convencionales y a eso está ligado también lo que ha pasado con el periodismo cultural, que no se ha fortalecido y que cada vez es menor y de una calidad muy cuestionable.
–¿Te has cansado de explicar tus trabajos?
–Depende a quien –dice con una sonrisa-. No hablo de esto con cualquiera.
Respecto a Privada, Teresa explica que el proyecto se convirtió en uno de los capítulos de su tesis y que nació en el 2013, de una crisis persona, “de eso que la gente comúnmente llama “asuntos privados”.
–De momento, mi vida personal colapsó y los conceptos que me habían llevado hasta donde estaba, a mis 47 años, se habían trastocado –explica–. Empecé a pensar entonces en qué significa el concepto de lo que es “privado”, por qué eso no se puede compartir cuando sentimos que esos asuntos privados no son tan privados y tienen unas respuestas sociales y en issues de género, por ejemplo. Al pensar en eso pensé también en mi construcción dentro de mi ‘performancia’ femenina. Cómo es que yo he me construido respecto a los hombres, mi manera de verlos, mi sexualidad, en fin. Inevitablemente el espacio privado me lleva al espacio de lo doméstico, al personal, donde se encuentra mi entrenamiento político más riguroso. Si bien es cierto que ese entrenamiento se lleva más desde la esfera pública, en mi caso lo construí desde el espacio privado: las lealtades, la solidaridad, el compromiso. Lo mismo que pienso en el contexto político lo replico en mi vida personal y viceversa. Mantengo una comunicación constante con el país, siempre desde lo personal, en colindancia con lo colectivo. Cuando hablo de mí y de mis subjetividades, eso está conectado con lo colectivo, con lo social.
Teresa añade que para Privada comenzó a trabajar con unos materiales a nivel creativo que le permitieran sanar el momento tan desencajado y turbulento que estaba viviendo. Y el ejercicio le ayudó. Lo importante es que
–Esto no es un patrón nuevo –señala–. El arte es en mí una costumbre, no una terapia ensimismada, sino que interpela a otros. Privada viene a ser el espacio personal de lo conceptual, de lo doméstico. Hice un 'performance' para “Plaza tomada” en la que terminé trepada en la estatua de colonizador, reclamando un corazón clavado. Se llamó “Aparecer”. Hice una intervención 'performática' en espacios públicos para trabajar con el “adentro” y el “afuera”, que se llamó Meciéndome en la tra(ns)ición, porque mi hecatombe emocional tuvo mucho que ver con la traición amorosa. Y bueno, cuando terminé la tesis fue que tuve el tiempo para desarrollar Privada como un concepto escénico.
Este proyecto ha dado muchas vueltas y en un momento iba a ser algo mucho más complejo creativamente, pero hubo que hacerlo ahora por razones de tiempo.
–Todo está trastocado, el país se está cayendo, una ruina –reflexiona Teresa–. Lo importante de este Privada en La Beckett es que ya tiene difuminados los detalles de lo personal porque se cofunden con la hecatombe pública, colectiva, social, la hecatombe del país. Me quedo, sí, con elementos que los convierto en espacios poéticos estéticos, como el llanto, el llanto como imagen, y también con la transición. Y lo curioso es que, si a mí en el 2013 se me trastoca la vida personal y me voy en un boquete, poco después al país le está sucediendo lo mismo.
Teresa dice que en todos estos procesos no hay que perder de vista que también hay reflexiones sobre la edad, “como una mujer ‘middle age’, que es abandonada por el marido” y que enfrenta también una crisis laboral porque “los cincuentones ya estamos de salida, mientras otra generación entra a tomar los pocos trabajos que quedan… y sigue sumando”.
–Mis quejas no son ya nada más mías, son de la crisis de todos –agrega–. Lo cierto entonces es que no he salido de mi crisis, pero sí estoy más fuerte. He venido a menos, he empobrecido, como ha sucedido con el país. Si algo me ha enseñado mi oficio es a reinventarme y a bregar con poco. Mi trabajo se ampara siempre en una estética de la precariedad. Privada habla de rescatar los espacios sencillos, habla sobre la ruina. Pero a la vez también habla sobre el asombro de vivir. Eso dice mi personaje de la cubana: podemos perder todo, menos el asombro. Eso es lo último que podemos perder y apuesto a eso… pero a la vez, soy franca y lo digo serenamente: yo no siento el porvenir. Vivo parada de puntitas para no ahogarme. Con felicidad, sí, dándole valor a lo sencillo, para ver a mi hijo crecer y despuntar. Después, no sé si me interesa estar. Y lo digo con serenidad. Me gusta vivir… pero.
Sí, es la misma Teresa y también otra. Como todos, como yo, como el país.
Fotos: Cortesía Rafael Buxeda Díaz