SI EL INFIERNO existiera, parecería estar justamente debajo de la superficie de concreto donde los cuatro bailarines se mueven bajo un sol que cae a plomo, sin que la brisa que sopla desde el mar alivie siquiera un poco el calor de ese mediodía de hace unos días en el Parque Barbosa, en Ocean Park, donde alguna vez estuvo el célebre “Último trolley” que dio nombre al lugar.
Nibia Pastrana Santiago, la coreógrafa creadora del proyecto Fuerzas sutiles –que se presenta este sábado 10 de junio en el Hangar número 4 del Aeropuerto Fernando L. Ribas Dominicci, en Isla Grande, San Juan– guía desde la sombra los movimientos que articulan esta propuesta de poco menos de 30 minutos de duración que se presentará a las 2 p.m. –con repeticiones a las 3 p.m. y 4 p.m.– con la que la artista culmina dos años de investigación sobre el universo que gravita alrededor de la Bahía de San Juan. Fuerzas sutiles –posible de manera gratuita gracias al auspicio del Instituto de Cultura Puertorriqueña, el National Endowment for the Arts y Art Works– requiere reservación en los teléfonos (787) 436-6166 y (787) 721-1414.
Ensayan ahí porque es un espacio viable y disponible que, si bien no se parece en nada al hangar donde se presentará el espectáculo, es lo suficientemente amplio para ir una y otra vez sobre la coreografía que tiene como intérpretes a los artistas Sylvia Bofill Calero, Yan Christian Collazo, Lydela Nonó y Jesús Miranda Santiago, el célebre maestro “Pito” Miranda, a quien conocí hace casi treinta años cuando él iniciaba su carrera profesional en Ballet Concierto –para proseguirla más tarde en Andanza– y yo comenzaba a hacer periodismo.
–Mi trabajo es “duracional” y “site specific” –dice Nibia, quien en su manifiesto “La bailarina vaga” explica su credo como artista–. Yo viví en el Viejo San Juan y la bahía es un espacio altamente coreografiado… la entrada y salida de los buques, los tránsitos, los pescadores, en fin. Me comencé a interesar en cuáles son las maniobras que ocurren en un mundo al que yo no tengo acceso, que tiene que ver con las reglas y protocolos de ese mundo marino. Me sedujeron también las nociones de puerto, de muelle. Comencé a investigar y a hacer viajes en kayak, viendo las escalas de ese espacio, de los cruceros, sus ritmos de entrada, de salida, de reposo. Reflexioné también en la relación entre mi cuerpo y las estructuras en torno a la bahía. Me monté en la lancha de quienes dirigen la entrada y salida de los buques de carga.
A partir de esta experiencia, Nibia comenzó a reflexionar sobre la identidad, sobre el Caribe, sobre el turismo y “el estar aquí”, lo que para muchos es placer y, para otros, trabajo.
–Fuerzas sutiles es la culminación de esta investigación –reitera–. Estoy usando todas estas referencias, tanto históricas como vivenciales, para traer una reflexión de cómo se inserta en ello el cuerpo y la coreografía. ¿Por qué en un hangar? Porque ya he estado bordeando la bahía por mucho tiempo y hay unos espacios muy interesantes, espacios a los que no se tiene acceso al agua porque es terreno privado o porque están sumamente deteriorados, especialmente para el lado de Cataño, lo que marca un gran contraste en paisaje con la costa del Viejo San Juan. Esto para mí es muy impactante. El hangar sirve como un contenedor para la coreografía y la pista de aterrizaje y despegue es el trasfondo de la pieza.
Para Nibia, ese espacio “enmarca la experiencia visual del espectador”, algo que también le interesa coreografiar.
–Los asistentes van a tener que caminar unos 6 ó 7 minutos desde el estacionamiento y van a entrar a un espacio de oscuridad –dice–. A mí no me interesa hacer trabajos en el teatro, sino establecer conversaciones en espacios no tradicionales. En ese sentido el hangar nos plantea la necesidad de experimentar, porque no vamos a saber con precisión cómo interactuar con ese lugar sino hasta que estemos ahí. Conocemos el espacio, pero no nos hemos movido ahí. Por eso vamos a hacer la pieza tres veces y tendremos la oportunidad de hacer los ajustes, lo que hará cada una de las presentaciones algo único.
Nibia agrega que el público recibirá unas instrucciones para que sepa dónde, cuándo y dónde estacionarse y la manera de llegar al hangar.
–En esta propuesta hay espacio para el azar –añade–. A mí no me preocupa ser incómoda para el espectador, que siempre, de alguna forma, toma parte en mis trabajos. El territorio no es convencional. Por ejemplo, no hay “valet parking” y con eso hay que bregar. Para los artistas también está la variable del cansancio acumulado por el trabajo, el calor, las horas… en fin. Yo trabajo mucho desde el cansancio. La energía y la manera como el desgaste incide en cada artista es parte de la incertidumbre, del azar. El cuerpo y el movimiento se transforman según el agotamiento y, en términos de improvisación, sí creo que según se van pasando diversos “layers” es posible llegar a lo desconocido.
En la propuesta toman parte también una instalación sonora creada por Eduardo Rosario, visuales por Sofía Gallisá Muriente y atuendos diseñados por Agnes Anna Studio.
Con los intérpretes…
–A mí me ha encantado conectar con el grupo –dice Sylvia Bofill Calero–. A pesar de que ya hay una coreografía definida, siempre dependemos en cómo conectamos y de nuestra energía y de los riesgos que uno se toma. Ha sido muy especial lanzarnos a esta aventura. Cada uno de nosotros nos hemos acercado a la pieza de manera diferente, pero desde el primer ensayo sentí con todos ellos una conexión. Esta pieza nos reta, no nos deja mantenernos en nuestra zona de confort. Cada vez que la hemos ensayado las variables son tantas y tan desafiantes y así será también el día de la presentación.
Por su parte, Yan Christian Collazo dice que siente “sumamente agradecido por la oportunidad”, luego haber sido el último en incorporarse al elenco.
–Es muy especial estar aquí porque siempre había soñado con participar en algún proyecto de movimiento, de baile –señala–. No me considero un bailarín, pero me muevo y he estado descubriendo eso en los últimos tres años y medio. Estos compañeros siempre me han servido de inspiración, desde que entré a la universidad. Nunca pensé que fuera posible ser parte de algo así, pero se me dio, me atreví y estoy súper contento. Es un gran proyecto.
–A mí siempre me ha interesado mucho la forma como trabaja Nibia y eso me ha hecho tener otra noción espacial de la Isla –comenta Lydela Nonó–. Ahora de repente me fijo en los barcos, en el mar, en esas cosas del paisaje que vemos sin ver todos los días. Asimismo, me da mucho gusto bailar, porque desde mi realidad el baile siempre fue un tema espinoso. Me decían, por ejemplo, “tú puedes bailar, pero tienes que bajar de peso” y encontrarme con esta oportunidad, en la que me puedo mover y brincar y saltar, es como “el break de la esperanza”.
Finalmente, “Pito” Miranda coincide en el agradecimiento a Nibia por la invitación para ser parte de Fuerzas sutiles.
–Cada vez que Nibia me preguntaba qué estaba yo haciendo, le respondía “¡invítame pa lo que sea!”, así que estoy feliz con esta oportunidad –asevera “Pito”–. La diversidad es bien rica para mí porque vengo de un mundo en el que todos son bailarines y encontrarme con estos amigos artistas que vienen de otros campos es un privilegio para mí. Todos ellos tienen una energía que contagia. Me gusta mucho la estructura que tiene este proyecto, fruto de una investigación. Me he enamorado de la capacidad de crear que esta pieza nos da. Me marca, me siento libre dentro de las guías de Nibia, que nos reta a buscar el movimiento en nuestro entorno.