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  • Foto del escritorMario Alegre-Barrios

"Misión Planeta”: apuesta a la educación para salvar nuestro único hogar en el universo


Grupo de estudiantes del 4to. grado de la Escuela Elemental de la Universidad de Puerto Rico, junto a las profesoras Dra. Aura E. González Robles, Dra. Linda Clark Mora, Dra. Lizzette M. Velázquez Rivera y Raquel Andújar Batista, protagonistas del proyecto “Misión Planeta: Del cambio climático a la educa-acción en sostenibilidad para conservar la biodiversidad y contribuir a la justicia climática”

CON CASI 4,600 MILLONES de años de existencia, la Tierra es el hogar de cerca de 8,000 millones de personas y de una cantidad inimaginable de animales y de otros organismos de infinidad de especies.

 

Si bien es cierto que a través del tiempo ha experimentado numerosas extinciones masivas, también ha sido escenario de la evolución y la diversificación de la vida. Desde hace varias décadas, los humanos la hemos llevado a un punto crítico —casi de no retorno— deteriorando significativamente su medioambiente y biodiversidad. Sin duda, la historia de la Tierra continuará… y quizás —sólo quizás— aún estemos a tiempo para que decidamos si es con nosotros a bordo o no.

 

Aunque parezca utópica y colosal, esta decisión empieza por cada cual, en lo individual, en lo que a cada uno de nosotros nos compete en nuestro entorno más cercano, con el fundamento del conocimiento de lo que el cambio climático significa, de sus efectos a corto y largo plazo y —de manera impostergable— de qué podemos hacer, si no para revertir totalmente sus daños, sí contenerlos y poco a poco restaurar su equilibrio para tener una calidad de vida mejor y más perdurable.

 

Esta aspiración es el dinamo que mueve el proyecto “Misión Planeta: Del cambio climático a la educa-acción en sostenibilidad para conservar la biodiversidad y contribuir a la justicia climática”, esfuerzo orquestado por un grupo de educadoras de la Escuela Elemental de la Universidad de Puerto Rico y de la Facultad de Educación para trabajar con los estudiantes de 4to. grado de esa escuela laboratorio y de los futuros maestros que se preparan actualmente en la mencionada facultad del recinto riopedrense de la UPR.

 

La clausura de esta iniciativa se celebrará este miércoles, 1 de mayo, de 10:15 a.m. a 11:15 a.m., en el anfiteatro 4 de la Facultad de Educación de la UPR, Recinto de Río Piedras.

 

—Este proyecto surge porque la universidad tiene fondos institucionales para que los profesores podamos hacer investigación. Dentro de esos fondos, hay una partida para trabajar y dar a conocer los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) — específicamente “Acción por el clima”, “Vida en ecosistemas terrestres” y “Ciudades y comunidades sostenibles”—, en un esfuerzo compartido entre varios sectores del recinto para promover el uso cada vez mas extendido de energía renovable —explica la Dra. Aura E. González Robles, una de las maestras y profesoras de la Facultad de Educación gestoras de esta iniciativa.

 

Con ese apoyo, ella y sus colegas sometieron una propuesta para trabajar con los estudiantes y los futuros maestros antes mencionados. Mientras ambos grupos aprendían sobre el cambio climático y qué se puede hacer para contribuir a detener esos efectos, los futuros educadores se preparaban para desarrollar currículos sobre este tema para el salón de clases.


Desde la izquierda, las doctoras Lizzette M. Velázquez Rivera, Aura E. González Robles y Linda Clark Mora.

Desde el pasado enero, estudiantes y maestras de las clases de Ciencias y Estudios Sociales —a cargo de la propia Dra. González, la Dra. Linda Clark Mora y Raquel Andújar Batista— se dedicaron a diversas actividades de aprendizaje con las que han logrado conocer mejor esos Objetivos de Desarrollo Sostenible a través de la práctica.

 

De manera simultánea, los cursos de los futuros maestros de la Facultad de Educación —a cargo de las doctoras Lizzette M. Velázquez Rivera e Ileana Quintero Rivera— se convirtieron en espacios de exploración que no se limitaron al salón de clases.

 

—Para motivar a los 36 estudiantes (de entre 9 y 10 años) usamos una técnica de “problematización”, con una presentación que describía los efectos a largo plazo del cambio climático para el planeta y preguntarles si a ellos les gustaría vivir en ese futuro con todas las situaciones que está produciendo el deterioro del ecosistema, no desde el miedo, sino desde la posibilidad de que ellos, a través de la investigación, el conocimiento y la acción, aporten a la solución del problema y que nuestro mundo sea habitable con una calidad de vida adecuada —explica la Dra. González.

 

Asimismo, hace énfasis en que sus colegas y ella “apostamos a la educación”.

 

—Con esta apuesta aspiramos a que las futuras generaciones desarrollen una conciencia más clara sobre cuál es el papel que todos tenemos en nuestra relación con el medioambiente y cuáles de nuestras acciones contribuyen a su deterioro o a su cuidado —explica—. Dentro de todas las actividades que llevamos a cabo, tuvimos un residencial en Casa Pueblo, en Adjuntas, en el que los chicos se familiarizaron con el proyecto de energía solar y con el hábitat de los anfibios, de los coquíes, y entrevistaron a personas del pueblo para saber cómo ven el cambio de la energía de combustible fósil a la energía renovable.

 

En el proceso, los estudiantes también estudiaron cuáles son las comunidades más vulnerables del área metropolitana y de las costas, y por qué los pobres son los más indefensos ante el cambio climático.

 

—Como parte de la experiencia, tenemos ejemplos de cómo incidió en el comportamiento de varios estudiantes, como el caso de Isabel Muñoz, cuya madre nos contó que, al regreso de Adjuntas, su hija le contó lo vivido y le dijo que ellos, en su hogar, debían cambiar algunas de sus acciones si querían mejorar el planeta —ilustra la doctora González—. Cuando la mamá le preguntó a qué se refería específicamente, Isabel le dijo, “mamá, es que nosotros no reciclamos y estamos produciendo demasiada basura que contribuye al problema” y a continuación tomó varios zafacones y decidió que desde ese momento reciclarían.


"En toda esta crisis que estamos viviendo, uno de los planteamientos es cerrar nuestra escuela —dice no sin angustia la doctora González, secundada por sus colegas—. Debido a las políticas impuestas por la Junta de Supervisión Fiscal, no hay presupuesto para nosotros para el año fiscal 2024-2025, a pesar de lo vital que esta escuela es para el futuro de Puerto Rico. A nadie parece importarle, nadie nos escucha ni nos hace caso, cuando en esto se nos va la vida".

Aunque parece algo menor, un hecho aislado e insignificante ante la magnitud del problema, para esta maestra ese gesto es importantísimo porque demuestra cómo la educación puede influir decisivamente en la manera como —poco a poco y desde la base— se puede ir creando una cultura basada en la conciencia ecológica en la que cada ciudadano y cada hogar aporten a la solución del problema.

 

—Sabemos que ese cambio tomará tiempo, pero es impostergable sembrar la semilla en el terreno fértil de nuestra niñez, abonarla y cuidar que crezca, sin pensar que es poco, sino que es lo que cada cual puede hacer desde lo individual, que es lo que es viable dentro de nuestras posibilidades —reflexiona—.  Estamos trabajando para que estos niños se conviertan en ciudadanos de bien, en agentes de cambio y que tengan las herramientas para que en el futuro sean quienes tomen las mejores decisiones para el bienestar de la sociedad en la que vivimos.

 

Como parte del proyecto, hoy lunes 29 de abril, los estudiantes recibirían la visita de dos legisladoras —la Dra. Nelly Zambrana y la licenciada María de Lourdes Santiago— para hacerles algunas preguntas sobre el compromiso de sus plataformas políticas para el fortalecimiento del cuidado del medio ambiente y el cambio climático.

 

—Una de las cosas muy importantes que pasa con las escuelas laboratorio de la Universidad de Puerto Rico es que nosotros estamos tratando de crear un currículo vivo, un currículo pertinente, que tenga sentido para los estudiantes y así evitar la deserción escolar y también desalentar que vean una alternativa en los puntos de droga, con una educación que parta de nuestra realidad —asevera con énfasis la doctora González—. Al mismo tiempo, en la Facultad de Educación, estamos trabajando con los futuros maestros (alrededor de 20), que ya están en su prepráctica y han tenido su propio laboratorio en estos niños y en el proceso que juntos hemos vivido, para que estén preparados, una vez se gradúen y se incorporen formalmente a la enseñanza, para educar con esa conciencia ecológica y ambiental.

 

La doctora González destaca también, como parte de “Misión Planeta”, el proyecto IINSTAR-AS (Institute for Innovation in Sustainability Training), de la mano de la Faculta de Ciencias Naturales de la UPR-RP, para buscar estudiantes de escuela superior interesados en educarse en la sostenibilidad para minimizar el impacto del cambio climático.

 

—Esto es gracias también a unos fondos conseguidos a través de una propuesta para que estudiantes subgraduados y de maestría (de la UPR-RP) pudieran hacer prácticas educativas aquí, con nosotros en nuestra escuela laboratorio —explica la doctora Linda Clark Mora, maestra de Ciencia—. De esta manera hemos creado una comunidad de aprendizaje diversa, con los estudiantes de ciencias ambientales y de educación, junto a los de 4to. grado de la escuela elemental, aquellos para que practiquen y a los chiquitos para prepararlos, no sólo para que sean empáticos con el medioambiente, sino también para que hagan labor comunitaria.


Y este miércoles se presentarán y celebrarán los logros de aprendizaje del proyecto.

 

 

 —En este día, los futuros maestros y estudiantes de 4to. grado exponen a la comunidad lo que aprendieron, por medio de unos productos tangibles —explica la doctora Lizzette M. Velázquez Rivera, también profesora de la Facultad de Educación y coordinadora del grupo de futuros maestros participantes—. El proyecto ha sido visto y abordado desde las diferentes perspectivas de sus protagonistas y ese día veremos el resultado. A los futuros maestros les ha encantado la experiencia porque hemos partido de la certeza de que aprendemos en contexto, aprovechando los problemas que se enfrentan en la vida real, y eso es así desde que entran a la facultad.

 

Las tres hablan con una pasión contagiosa, optimistas pero conscientes de que el futuro es incierto, sin saber con certeza qué ocurriría, pero con la confianza puesta en que varias de las semillas que están sembrando germinarán y darán frutos, pero que eso solo el tiempo lo dirá.

 

—En toda esta crisis que estamos viviendo, uno de los planteamientos es cerrar nuestra escuela —dice no sin angustia la doctora González, secundada por sus colegas—. Debido a las políticas impuestas por la Junta de Supervisión Fiscal, no hay presupuesto para nosotros para el año fiscal 2024-2025, a pesar de lo vital que esta escuela es para el futuro de Puerto Rico. A nadie parece importarle, nadie nos escucha ni nos hace caso, cuando en esto se nos va la vida.

 

Luego de la conversación caminamos hasta el patio trasero de la escuela, dominado por un ficus inmenso que da una sombra enorme y que de noche es hogar de decenas de murciélagos. En dos de los muros los estudiantes de “Misión Planeta” y sus maestras han pintado coloridos murales diseñados por la maestra de arte Jessica Pérez Rodríguez.

 

Hasta ahí llega también una veintena de esos estudiantes, orgullosos de sus murales y sin saber en realidad la magnitud de la misión que tienen por delante y de la esperanza desesperada que estamos poniendo en ellos para resolver este desastre ambiental que los adultos —muertos y vivos— hemos creado.

 

Apostemos a ellos… en realidad son nuestra única luz, nuestra única brújula hacia la salvación.

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