"JESUCRISTO Superestrella" es un retrato del zeitgeist de la llamada era de Acuario (les canté el estribillo "is the dawning of the age of Acuerius) distinguida por un turbulento componente sociológico. Queda demarcada por la crisis internacional de 1962 provocada por la presencia de misiles nucleares rusos en Cuba y la hecatombe política de Watergate, una década después. Por eso, someto ante ustedes que como consecuencia "Jesucristo Superestrella", en su credencial como obra de arte, es un punto de flexión para la música del siglo veinte -y no solo en el ámbito de la música comercial.
John Lennon proclamó en una entrevista difundida en 1966 que los Beatles eran más populares que Jesucristo. El 8 de abril de ese año, la revista Time develó una portada que inquiría: Is God Dead? (¿Ha muerto Dios?)
El 24 de diciembre de 1968, el año en que “nos mataron a Martin y a Bobby” -en palabras de James Earl Jones como el autor Terence Mann en el filme "Filed of Dreams"- vimos las primeras imágenes transmitidas en directo desde la órbita de la Luna. Eran enmarcadas por una lectura del Génesis bíblico en voz de los tripulantes de aquella misión Apollo 8. Meses antes, la ofensiva del año nuevo lunar Tet en Vietnam sirvió de antesala al caótico final de ese conflicto, dejando en los anales militares la reflexión de un combatiente estadounidense sobre el asedio a la localidad de Hue: “Para poder rescatar la ciudad, fue necesario destruirla".
Frente a esas perspectivas, ¿es mera coincidencia la retroalimentación entre el jazz, el gospel y el rock para dar forma a la canción de protesta, género musical emblemático a la lucha por los derechos civiles, el ambientalismo, la reivindicación de las culturas ancestrales de las Américas y la resistencia a la guerra en el sureste de Asia
Francamente, no.
Ahora bien, recuerdo haber leído en 1970 de la recepción hostil que ciertos observadores dieron a "Jesucristo Superestrella", por razones no-musicales en demasiados casos. Hoy, respetable público, 53 años después, abrimos nuestro concierto con esa música: ecléctica, melodiosa; un vasto comentario -como dije antes- sobre su tiempo.
Pero resulta que también, fuera de consideraciones políticas o religiosas, al centro de "Jesucristo Superestrella" se ubica una parábola -muy perspicaz- al respecto de nosotros.
Contando 12 años en 1973, escuché a Joan Báez cantar una tonada, exenta de pretensiones, que aún resuena en el corazón de muchos. "Rejoice in the Sun" (del clásico rodaje de ciencia ficción "Silent Running") marcó el inicio de la jornada artística de su interlocutor. Preparando este concierto me percaté de una continuidad, algo en común entre Joan Báez, nuestra Zoraida Santiago, Mercedes Sosa y Lord Andrew Lloyd-Webber: todo aquello que hicieron entonces, a fin de cuentas, se trataba de la condición humana.
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