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  • Foto del escritorMario Alegre-Barrios

Carlos R. Ruiz Cortés reflexiona sobre la realidad y el futuro del ICP


NUNCA COMO AHORA la cultura nuestra y su preservación ha sido tan crucial –tan vital– para superar los inmensos desafíos que enfrentamos desde la paradoja de la escasez, de la incertidumbre, del desaliento, de la desesperanza, realidad que ha marcado la línea de partida para la gestión de Carlos R. Ruiz Cortés como director ejecutivo del Instituto de Cultura Puertorriqueña, entidad a la que le va la vida en el golpe de timón que le ayude a encontrar el viento a favor para continuar a flote hacia aguas más tranquilas y sobrevivir este huracán que cambiará las cosas para siempre.

Entrar a la sede del Instituto de Cultura Puertorriqueña –el antiguo Asilo de Beneficencia, restaurado en 1992 para celebrar (¿conmemorar?) los cinco siglos de la llegada de Cristóbal Colón a América– es un poco como entrar a una réplica del país que tenemos: un espacio deteriorado, gris, mustio, casi abandonado en el que –pese a eso– se adivina una vida latente, un potencial prometedor que solo necesita –además de dinero, sin duda– a alguien capaz de aglutinar recursos e ideas, de inspirar, de enamorar, de encausar infinidad de voluntades dispersas hacia un fin común.

Y éste es para Carlos no solo el desafío, sino también el marco referencial de la vida que comenzó a respirar hacia finales del año pasado y que oficialmente tuvo su inicio el 18 de enero, cuando tomó las riendas de este potro parecido al “Rocinante” del Quijote con la encomienda de convertirlo, si no ya en un purasangre, sí en un recurso con la fuerza necesaria para continuar moviendo la carreta del quehacer cultural del país.

Conversamos esta mañana en su oficina, donde en la mirada misma de los empleados que constituyen su equipo de trabajo se adivina cierta oportunidad para la esperanza.

Antes de comenzar a hablar del ICP, su realidad y sus retos fiscales y de reinvención, sobre la mesa la propuesta para que Carlos asuma la dirección ejecutiva de la Corporación de las Artes Musicales (CAM), según una carta dirigida al gobernador Ricardo Rosselló de parte de la Local 555 de la American Federation of Musicians –organismo que cobija a los músicos de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico– con fecha del pasado 29 de marzo y firmada por Miguel A. Rivera Trinidad.

–¿Qué comentario te merece esta petición de parte esta entidad que representa a la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, uno de los principales componentes de la CAM?

–Para mí es un honor de parte de la Orquesta Sinfónica –asevera–. Son cerca de 84 músicos… y que lo tenga en consideración el gobernador para mí es un honor, y de surgir la oportunidad, sería excelente para el funcionamiento cultural en Puerto Rico porque estaría trabajando de una manera más en sincronía…

–¿Y qué dirías si el gobernador te designa? ¿Aceptarías? ¿Qué pasaría con el ICP?

–Sí, claro que aceptaría… y no habría problema con el ICP, porque seguiría como su director ejecutivo. Pero te repito, esa es una decisión que no me corresponde. Se trata solo de una solicitud de parte de la Sinfónica, que sin duda me halaga muchísimo, sobre la que no hay nada en concreto. Hay que esperar y seguir atendiendo los proyectos que ya tenemos con el Instituto.

Contra el estereotipo

–Hace seis meses tu vida era otra: enseñabas en la Escuela Libre de Música y ni remotamente estaba en tu radar dirigir el ICP. Súbitamente eso cambia y tienes en tus manos la responsabilidad de redefinir, transformar y sacar de intensivo esta entidad agonizante. ¿Qué reflexión hiciste la noche en la que se te propuso enfrentar este desafío? No por la sorpresa y el halago obvios en la inmediatez de la oferta, sino en la noche de ese día, a solas, en tu casa.

–Yo había trabajado durante los últimos meses como facilitador del plan para Puerto Rico en el área de cultura, con las iniciativas de distintas áreas de toda la Isla sobre cómo mejorar la oferta cultural. En ningún momento pensé que se me iba a confiar esto que, para mí, es algo gigantesco. Un reto, sobre todo porque todas las personas que habían estado antes que yo en le dirección ejecutiva del ICP son sumamente reconocidas en sus respectivas áreas, académicos de renombre que respeto profundamente y con los que nunca me compararía. Cuando el gobernador me hizo esta propuesta, me sorprendí, me halago mucho, pero a la vez me sentí sumamente responsable por lo que implicaba guiar lo que es la oferta cultural de aquí en adelante y establecer la política pública en los próximos cuatro años, sobre todo con el desafío que plantean las exigencias del público en lo que respecta a lo que se hace con nuestras expresiones artísticas y culturales.

Carlos recuerda que lo primero que planteó al gobernador Rosselló fue que él –el gobernador- tenía que reconocer que no era un académico formado –con todo lo que eso implica– y que tampoco le interesaba serlo, y que ambos tenían ideologías opuestas.

–Esto el gobernador lo sabía y también sabía que soy un hombre que cree en la descolonización de Puerto Rico y en lo que puede adelantar ese proceso –explica–. Asimismo, le hice hincapié en que conozco muy bien la cultura de Puerto Rico y sus fortalezas y debilidades en todos sus contextos. Mi respuesta fue un “sí” porque yo no le temo a nada, porque vengo de esa escuela de barrio que enseña que a los retos mayores no se les puede temer simplemente porque se nos ubique dentro de un estereotipo. Nunca he creído en los estereotipos. Yo asumo lo que venga y que sea la historia la que me juzgue.

–Y ese fue uno de los primeros retos que tuviste que enfrentar, el estereotipo, el hecho de no responder a ese perfil que tú mismo reconoces que no tienes ante una comunidad cultural acostumbrada al estereotipo…

–Así es y creo que todavía habrá personas que me juzgarán por mi bagaje académico, pero tampoco me interesa eso, solo que quien me vaya a juzgar lo haga por mi trabajo y que sepa y comprenda la visión que, como parte del plan de gobierno, tenemos… y hablo en plural, porque lo que hay aquí es un verdadero equipo de trabajo. Estamos viviendo un Puerto Rico totalmente distinto al de hace 50 años, pero la cultura es lo que nos sigue uniendo como pueblo. Me siento muy sorprendido y agradecido por la acogida que la inmensa mayoría de las personas y entidades han acogido mi nombramiento. He recibido miles de mensajes de felicitación.

Los hallazgos

–¿Qué encontraste cuando asumiste la dirección del ICP?

–Me encontré con varias caras del Instituto de Cultura Puertorriqueña, la primera, una sede que carece de cariño, muy dañada en muchas partes y eso es lo que te recibe cuando entras –dice–. Vi también muchos compañeros trabajadores desmotivados, sin visión y, según consta en récords, muchos de ellos víctimas de maltrato por la dirección anterior. Y no es chisme, está documentado. No podían entrar a la dirección ejecutiva, solo hasta la recepción. Lo primero que hicimos fue dar acceso y democratizar nuestra administración. Asimismo, los problemas económicos de los que ya mismo hablaremos y una falta de visión en los programas que caminaban de una manera individual, sin la menor sincronía. También había una falta de una presencia mediática, tan necesaria para dar a conocer nuestros proyectos.

Carlos destaca que el fin primordial del Instituto de Cultura Puertorriqueña “no es hacer cultura, sino facilitar que se geste cultura”, sobre todo de cara a los graves problemas económicos que enfrente la agencia cuyo presupuesto para el ejercicio fiscal que finaliza el próximo 30 de junio es de $11.8 millones y que para el próximo periodo se espera que experimente un recorte de entre un 10 y un 11%. Con cerca de centenar y medio de empleados, el ICP destina de su presupuesto alrededor de $5 millones a nómina.

–Ante estas circunstancias, la base de nuestros proyectos es hacer de la cultura algo autosustentable y ver cómo las organizaciones que gestan cultura y nosotros mismos nos podemos mover hacia un modelo de esta naturaleza. Tratar de depender menos del estado y producir más, atraer el capital extranjero, promover el turismo cultural y estimular la creación de organizaciones que generen capital a partir de la noción de que la cultura puede ser una industria y que esos gestores se conviertan en micro empresarios.

Al hablar de cifras, Carlos menciona que los números que su administración recibió como producto de la transición fueron impactantes.

–Se reportó la pérdida en menoscabo de los fondos del Instituto de Cultura depositados en el BFG –dice–. Por orden ejecutiva, el año pasado al ICP se le obligó a enviar sus fondos al Banco Gubernamental de Fomento y bien sabemos que ya nada de eso casi existe. Eso fue en agosto de 2015 y eso representó una pérdida para el Instituto de Cultura de $11.740 millones… además de ello, entre el 2013 y el 2016, el ICP sufrió una reducción global de $7 millones o un 29% de su presupuesto habitual.

Millones para la lengua

En ese momento de la conversación, se une a nosotros Freddy E. Vélez García, subdirector ejecutivo del ICP.

–Interesante es que mi subdirector es estadista –apunta Carlos–. Ahí puedes ver la manera como estamos trabajando y que los credos de cada cual nada tienen que ver con el hecho de poder trabajar juntos en un proyecto como éste. Asimismo, mi ayudante especial es independentista y Enrique (Márquez Ocasio, director de Asuntos Públicos) es estadista. Esto es parte del balance que tenemos.

Y seguimos hablando de los hallazgos fruto del proceso de transición.

–Hubo también un ajuste de la Oficina de Gerencia y Presupuesto de $4.4 millones, en las partidas que tenemos disponibles para repartir entre las entidades que hace cultura –añade.

Carlos suspira mientras pasa la página del informe.

–Y estos casos que nos parecen muy interesantes, que es la documentación de la no disponibilidad de $2.1 millones de parte de OGP en el Fondo del Financiamiento para el Quehacer Cultural. Asimismo, el 2 de febrero de 2016 el ICP realizó una transferencia de fondos de $1.5 millones a la Compañía de Turismo según la Ley 200, transacción que tuvo el efecto de reducir los fondos disponibles, además se documentó la no disponibilidad de $600 mil más. El propósito de esa transferencia a la Compañía de Turismo fue para el Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE) y el recibimiento de los reyes de España… $1.5 millones para cuatro días y las 17 horas que los reyes estuvieron aquí.

Respecto a los costos del CILE, Carlos dice que recientemente se enteró de que, además del millón y medio del ICP, la Compañía de Turismo puso un millón más.

Sus prioridades

–A la luz de estos hallazgos y de la realidad fiscal del país y del ICP, ¿cuáles son las transformaciones medulares que estás realizando y que realizarás en un futuro cercano? ¿Cuáles fueron las prioridades que estableciste para tus primeros 100 días?

–Lo primero que hice al conocer el plan programático de la administración actual fue alinearnos con el efecto humano que tiene este plan de gobierno dirigido por el gobernador Ricardo Rosselló en el que se capacita a las personas para hacer sus tareas y ser felices –explica–. Un humano capacitado, con una educación viable, que lo empodere para que utilice sus mejores recursos de la mejor manera posible, no solo para su beneficio, sino también para el bienestar social. Además, creé unas metas a largo, mediano y corto plazo dirigidas a organizar la gestión cultural, con presencia en todos los rincones de Puerto Rico a través de nuestros ocho programas. También nos enfocamos en ayudar a producir riqueza a través de la cultura, es decir, hacer de la cultura un motor económico.

Dentro de las iniciativas que Carlos contempla también menciona la posibilidad de alianzas con corporaciones públicas no solo de cultura, sino de cualquier otra índole.

–Nuestro norte es que Puerto Rico se convierta en parte de la médula del turismo cultural para el mundo y que el capital externo venga a disfrutar de lo que nosotros somos –apunta–. A la vez, tenemos que llevar ese mensaje a nuestras comunidades sobre cómo trascender nuestra realidad de ser un territorio con enormes problemas económicos, mientras continúa y mejora la gesta cultural, siempre dando presencia al Instituto de Cultura en todos los rincones de Puerto Rico.

–Hay que reformular lo que es la marca, el “branding”, de lo que es el Instituto de Cultura Puertorriqueña para atemperarla a nuestra realidad y a los nuevos gestores y usuarios de nuestros productos culturales –le comento–. Es como si el ICP se percibiera viejo, anacrónico, sin mucha pertinencia en las vidas de los que aquí vivimos… El ICP ha sufrido una erosión en su imagen.

–Además tenemos que internacionalizar nuestra cultura de manera institucional –asevera–. Que la diáspora, los 4 ó 5 millones de puertorriqueños que viven en Estados Unidos sepan que aquí hay una institución que, además de trabajar en la Isla, es capaz de ayudarles en su gesta por su cultura.

Carlos revela que, por primera vez, “La Campechada” saldrá de San Juan para llevarse a cabo en Mayagüez, en noviembre próximo, proyecto en el que Mariana García está trabajando a tiempo completo.

–Hemos comenzado también a alquilar para actividades diversos espacios del ICP, como Casa Blanca y el Arsenal –dice–. Hicimos un acuerdo con la UPR para capacitar a nuestros directores en la búsqueda de fondos y estamos por finalizar un acuerdo para que este año el Festival de la Palabra se realice en el Archivo General, el mismo edificio donde la ASPPRO (la Asociación de Periodistas de Puerto Rico) tendrá su sede por un convenio con nosotros. En Ponce vamos a hacer una red de museos… acabamos de hacer un acuerdo con la alcaldesa. En Ponce tenemos cuatro museos y un centro cultural y desde el Parque de Bombas se podrá iniciar una ruta para visitarlos. También pusimos en marcha el Programa de Residencias Artísticas Victoria Espinosa.

Otro de los proyectos medulares de Carlos es la incorporación de la música como materia obligatoria en el currículo de todas las escuelas del Departamento de Educación en nivel elemental, anhelo para el que está trabajando con la certeza de las virtudes de ese arte como transformador de vidas.

La CAM y la Sinfónica

–¿Qué va a pasar con la Corporación de las Artes Musicales, más allá de llenar la vacante de su dirección ejecutiva?

–De la CAM te puedo decir que, como ya es de conocimiento público, ha habido muchos problemas entre la Junta de Directores y la dirección ejecutiva, algo que culminó la semana pasada con el despido de Rafael Irizarry Cuebas –dice–. Hay unas exigencias de parte de la Orquesta Sinfónica hacia la Junta, problemas internos con empleados de la Corporación.

–Hablando de la posibilidad de que asumas la dirección de la CAM, ¿de qué manera la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico y sus miembros deberán asumir los ajustes presupuestarios ineludibles para todos en Puerto Rico, sobre todo cuando pensamos que a la UPR se le está exigiendo un recorte de más de $300 millones?

Suspira…

–La Orquesta Sinfónica de Puerto Rico es representativa de la cultura puertorriqueña y todas las naciones deben de tener una orquesta oficial, como la nuestra –señala–. En la manera como se mantenga dicha institución es en lo que pudiésemos seguir trabajando. ¿Que hay que atemperarla a la realidad, sobre todo con los problemas económicos de Puerto Rico? Sí, pero creo que también ha sido una falta de las administraciones anteriores el no haber sido capaces de estimular el potencial de la orquesta para generar más ingresos propios, que es inmenso. ¿Que debe haber un poco más de voluntad, tanto del sindicato como de los músicos?, sí, pero ellos tienen conocimiento de esto, por lo menos por las conversaciones que he tenido coloquialmente con muchos de ellos. Creo que se deben atemperar a la realidad de un país casi en quiebra, pero también entiendo su posición respecto a que no se les está utilizando de la manera como debe ser.

Carlos señala que la CAM –y la OSPR en específico– “deben ser dirigidas a un plan de negocios de autosuficiencia".

–Sé que la mayoría de los músicos quisieran un cambio, sobre todo valorativo –apunta–. Está probado que es una orquesta que puede llenar conciertos a diario si así se formulase o, al menos, con más pertinencia para el pueblo de Puerto Rico, pero por mucho tiempo eso no se ha hecho. Pero antes de hablar de eso, hay que hablar de hacer una conceptualización pensando que, si esta es una inversión que se hace desde el estado, cómo podemos generar finanzas y economía para que esto suceda… debe ser algo concertado entre la voluntad de los músicos, de la dirección, del gobierno y también del público. Le veo una gran oportunidad a la Sinfónica… es una cuestión de voluntades. El tiempo dirá.

–¿Y el Festival Casals?

–Se debe mantener… sé que se redujo su duración, pero es parte de nuestra oferta de turismo cultural. Hay que comenzar a exportar la información y la publicidad de este evento. Personas de todo el mundo deben venir… se invierte mucho dinero en él. Promociona muy bien a Puerto Rico en el mundo.

–De pasar la CAM al Instituto de Cultura Puertorriqueña, ¿desaparecerá la Junta de Directores de la CAM?

–La consolidación es general –señala–. El gobernador ha sido bien claro que van a quedarse solamente 35 agencias y corporaciones públicas. La Junta al final va a ser solo una, en este caso la del Instituto de Cultura Puertorriqueña.

–¿Cómo afecta esta consolidación al Conservatorio de Música de Puerto Rico y a la Escuela de Artes Plásticas?

–La consolidación que pudiese haber con el Conservatorio sería solo administrativa y nada tiene que ver con su Junta de Directores, porque esto trastocaría la autonomía por ser una institución educativa, al igual que Artes Plásticas. Hay unas cuestiones administrativas que sí puede trabajar el Instituto de Cultura y vamos a empezar a trabajar con ellas, debido al ahorro que esto puede representar.

-¿Cuánto espacio hay para el optimismo, para la esperanza?

–Te acabo de mencionar una lista de cosas que, la mayoría de ellas, se han hecho en menos de cincuenta días y muchas cosas más que se han comenzado a gestar. Es cuestión de voluntad. No tenemos muchos recursos como otras corporaciones, pero con lo que tenemos estamos funcionando y dando el máximo. Claro que hay lugar para la esperanza, de lo contrario no estaría aquí.

–¿Te ves en esta oficina en el 2020?

–Me veo trabajando siempre por Puerto Rico.

 

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