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  • Foto del escritorMario Alegre-Barrios

Carlos Miguel Prieto: "para mí la vida es hacer música"


LA TEMPORADA de abonos de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico continúa hoy sábado a las 7 de la noche –en la Sala Sinfónica Pablo Casals– con el maestro mexicano Carlos Miguel Prieto como director invitado y un programa que comenzará con el Homenaje a Federico García Lorca, de Silvestre Revueltas; el tercero de los conciertos para piano de Bela Bartók –con Martina Filjak como solista–; y El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla.

Viejo conocido de la OSPR y de los melómanos de la Isla, el maestro Prieto es, desde septiembre de 2007, director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional de México, al frente de la cual realizó una gira por Europa, a principios de 2008, incluyendo conciertos en Berlín, París, Leipzig y Amsterdam. Es también director titular de la Sinfónica de Minería, importante orquesta mexicana con la que ha hecho ciclos completos de sinfonías de Mahler, Beethoven, Schumann y Mendelssohn. Entre el 2002 y el 2011 fue director principal de la Orquesta Juvenil de las Américas, año en que fue nombrado director artístico de la misma. Es director desde 2005 de la Orquesta Sinfónica de Louisiana, con la cual ha contribuido, de forma significativa, al resurgimiento de la ciudad de Nueva Orleans.

Conversamos brevemente en su camerino durante el intermedio de uno de los ensayos para este programa, frente a la partitura de una obra que estrenará el viernes próximo con la Orquesta de Juilliard, en Nueva York: un concierto para orquesta de la compositora mexicana Gabriela Ortiz.

–No suelo mirar mucho al pasado, pero cuando lo hago me doy cuenta de que para mí la vida es hacer música, sea de Falla, Haydn o Mozart, que de Beethoven, Schumann o Brahms –dice–. Miro esto, por ejemplo, esta partitura que ve aquí y que es ejemplo de una de las cosas que más orgullo me dan: el hecho de haber estrenado tantísimas obras a lo largo de mi carrera. En 20 años he hecho una cantidad brutal de estrenos… cada semana uno o dos, de compositores de diversas partes del mundo. Una de las cosas que me hace estar orgulloso es que nunca he dicho que “no” a un estreno, antes sin saber, hoy más consciente de eso, pero digo siempre que “sí”. Es una manera de conocer.

El maestro Prieto agrega que ha trabajado mucho con artistas fuera de la órbita de la música clásica y que eso lo ha enriquecido inmensamente.

–Desde un Paquito D’Rivera hasta un Mariachi Vargas, por ejemplo… me han hecho crecer –apunta–. Como decía Duke Ellington, solo hay dos clases de música, la buena y la otra. Para hacer una obra como la de Falla hay que conocer al máximo todo el mundo a su alrededor y su época… a Stravinsky, Ravel, Debussy, la danza y también hay que conocer el espíritu del español, a veces muy seco y austero, en ocasiones festivo, lleno de color y con una enorme riqueza. Cuando miro en retrospectiva mi carrera, creo que esta manera de vivir la música ha sido lo mejor para mí.

Respecto a las razones que lo estimularon a regresar a Puerto Rico, el maestro Prieto señala que, luego de haber estado aquí “dos o tres veces”, está convencido de que los maestros de la OSPR “tienen una sensibilidad y una agudeza muy grandes para comprender el espíritu de la música, sus tonalidades y texturas rítmicas”.

–Al hablar con Max (Valdés, el director titular) le dije que quería hacer una pieza mexicana y él me sugirió el Homenaje a Federico Gracía Lorca, de Revueltas y me pareció estupendo –explica–. Tiene un solo de trompeta muy importante y la orquesta tiene varios muy buenos trompetistas. El Sombrero de Tres Picos, de Falla, es una obra que me gusta mucho hacer y el Bartók fue decisión de Max. Estos tres compositores tienen una liga muy importante con la música popular de sus respectivos países.

Más que hablar de “magia” como uno de los contextos de su oficio, el maestro Prieto prefiere pensar que se trata de una pasión muy profunda por lo que hace.

–Pero esa pasión tiene que ver más con la afición que con el trabajo, pero como complementos. Lo que hago parte de la certeza de que el trabajo está hecho… no todo, porque el tiempo es limitado, pero llega el momento en que es algo muy orgánico y me subo al podio y dirijo con la tranquilidad que da la certeza de saber que lo artesanal del proceso está hecho –reflexiona–. Trabajo con esa convicción. Imagínese unos países como los nuestros, sin la cultura. Por eso es tan importante este quehacer y las instituciones que son instrumento para ello. Parecería que lo que hacemos es un lujo y en realidad es una necesidad. Siento que las personas que van a nuestros conciertos lo hacen no solo como esparcimiento, sino también como un anclaje.

 

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