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  • Foto del escritorMario Alegre-Barrios

Borinquen Brass: con el don de revelar la música


A VECES CREO que la música siempre ha estado ahí, en el tiempo y en el espacio, gravitando en silencio, y que hay personas con un don especial que permite que se les revele, que la escuchan en su interior y la convierten en signos para que otros seres –con dones también casi divinos– los traduzcan en sonidos –en música– que por instantes –y solo por instantes– son como un relámpago que permite al resto de los mortales intuir lo que de inexplicable tiene la vida.

Pensé en esto hoy por la mañana, mientras escuchaba al Borinquen Brass, integrado por un grupo de artistas con esa gracia –con ese talento– mientras tocaban –dirigidos por al maestro Rafael Enrique Irizarry– una versión para metales de O Magnum Mysterium, de Morten Lauridsen –una de esas obras inefables que me conmueven profundamente y que me hacen dudar de mis dudas– al inicio del penúltimo ensayo en camino a una nueva edición de la serie de conciertos que desde hace diez años presentan durante estos días de Navidad.

El programa de estos conciertos incluye: Ding Dong Merrily on High, en arreglo de Roger Harvey; The Christmas Song, en arreglo de David Hanson; O Magnum Mysterium, de Morten Lauridsen; A Prelude and Fugue for Christmas, en arreglo de Roger Harvey; y la Marcha de los Juguetes, en arreglo de Michael Allen.

Este sábado a las 10 a.m. la agrupación tendrá un ensayo abierto al público en el gazebo frente al Colegio San Ignacio, en Santa María y College Park. El itinerario de las presentaciones –todas gratuitas, todas a las 7:30 p.m.– es el siguiente: lunes 26, en el Teatro Ideal, en Yauco; martes 27, en la Iglesia Bautista de Palmer, en Río Grande; miércoles 28, en la Iglesia Nuestra Señora de Fátima, en Cidra; jueves 29, en el Teatro Sol, en San Germán; y el viernes 30, en la Iglesia San Vicente de Paúl, en Santurce.

Según explica el trompetista Felipe Rodríguez –miembro fundador del grupo– este conjunto surgió en el marco de un clase de música de cámara en el Conservatorio de Música de Puerto Rico, durante el primer semestre del 2005, como un quinteto de metales.

–En el Festival Interamericano de las Artes de ese año vino el Spanish Brass, un quinteto de metales excepcional que nos dio un 'master class' –dice Felipe–. Nos dijeron que sonábamos muy bien, que había que ponerle un nombre al grupo y ahí nació el Borinquen Brass. En diciembre de ese año dimos un recital en el Museo Lito Peña, en Humacao. A raíz de eso algunos amigos y colegas se acercaron para unirse y de esta manera comenzamos a tocar, no solo como quinteto de metales, sino como un grupo de hasta trece músicos.

Felipe agrega que en enero de 2006 los miembros de la agrupación tenían una carga académica considerable, incluidos los recitales de graduación individuales de muchos de ellos. Empezaron a ensayar martes y jueves literalmente a la última hora del día, de 11 p.m. a 12 a.m. en la Sala Sanromá del CMPR, esfuerzo al que se unió el maestro Rafael Enrique Irizarry, para dirigirlos, para inspirarlos.

En diciembre de 2007 el Borinquen Brass ofreció su primer concierto de Navidad y desde entonces la tradición se ha arraigado como parte de la agenda de estos maestros y de los espacios que suelen visitar alrededor de la Isla.

–Son los mejores estudiantes del Conservatorio y para mí es un privilegio, una bendición, recibir la confianza de ellos –dice el maestro Irizarry, director asociado de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico–. Este grupo contiene en sus filas generaciones sucesivas de alumnos de profesores pioneros en la OSPR, y también en el CMPR: Antonio Salcedo, Luis Arroyo, Roberto Ramírez –y él mismo, agrego yo–. Esa inspiración que ellos –y otros– nos infundieron con su dedicación y, en algunos casos, con su valentía, se refleja en el grupo.

–Hemos recibido este don y qué mejor manera para agradecer todas las bendiciones que hemos recibido, que hacer estos conciertos –dice Éric Vázquez quien toca la trompa–. Hacer esta música es un respiro para nosotros y para quienes nos escuchan, especialmente en los tiempos que estamos viviendo. Me llena de emoción y me inspira a seguir.

–Cuando Felipe me llamó para participar en este conjunto, para mí fue toda una sorpresa –dice el trombonista Julio Peña–. Son personas a las que admiro mucho y tocar con todos ellos ha sido un placer enorme y una gran escuela para mí. Los he visto convertirse en grandes músicos y eso me inspira a intentar ser como ellos. Hacer esto en Navidades es más gratificante aun, porque es una manera de dar gracias por todo… a ellos, a la música, a la gente que nos escucha, a la vida.

El maestro Irizarry interviene para evocar lo que les ocurrió hace algunos años, durante una presentación en Isabela, precisamente un 24 de diciembre.

–Hace dos o tres Nochebuenas hubo un sismo portentoso y esa noche estábamos en el pueblo de Isabela, en la plaza, frente a la iglesia ante miles de personas. Era un 24 de diciembre… y, como en ocasiones similares en otros pueblos de la Isla, también fueron muchos los que estuvieron para escucharnos –recuerda–. Esa noche fue muy particular… yo estaba conduciendo por la carretera en el momento del terremoto y no lo sentí. Cuando llegué a la plaza y vi tanta gente me sorprendí. Al final muchas personas se acercaron a darnos las gracias, primero por ver que éste es un grupo integrado por jóvenes de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico que estaban ahí con ellos, en Nochebuena, haciendo música, ofreciendo su arte sin que mediase compensación económica alguna, preguntándose quizá “¡¿qué carajo hace esta gente la noche de un 24 de diciembre, tocando gratuitamente?!”. Y estoy seguro de que muchos hacen introspección en esos momentos, como lo pude percibir en una anciana muy anciana, que nunca en su vida había escuchado algo así, y se acercó conmovida a dar las gracias. Creo que cosas así recogen la síntesis de lo que es este proyecto.

–En mi caso, desde pequeño la música estuvo en mi hogar –dice el trombonista Jerry Rivas–. Formé parte de un grupo musical de niños y jóvenes y eso se lo debo a mi padre, él es el ‘culpable’ de que yo esté ahora aquí, con estos amigos. Estar en esta agrupación es recordar y agradecer todo lo que la música ha sido para mí. Tener esto ahora es como tenerlo de nuevo cuando era un chamaquito, algo que hasta el sol de hoy es para mí de las cosas más importantes en la vida.

–Represento una generación anterior en este grupo en el que estoy como invitado, un grupo que tiene la particularidad y el privilegio de haber tenido como mentor al maestro Irizarry, quien ha sido una persona muy importante en las vidas de muchos instrumentistas en Puerto Rico –dice el percusionista Carlos Ávila–. Me une una profunda amistad con el percusionista Miguel Rivera y con el trompetista Felipe Rodríguez. ¡Qué mayor privilegio que hacer música con colegas que son maestros y que la hacen por el solo placer de hacerla!

–Es muy gratificante compartir el escenario, no solo con colegas, sino con verdaderos amigos –dice el trompetista Ángel Narváez–. También es muy significativo llevar esta música a tantas personas que ni se imaginan cómo suena una combinación de instrumentos como los nuestros y la clase de sentimientos que eso provoca. Es muy satisfactorio y muy emocionante, sobre todo para un Puerto Rico que tanto necesita de cosas así.

–Para mí es un respiro, vengo del Sur, donde tanta aridez hay –apunta el trompetista Nitai Pons, quien viaja desde Yauco–. Venir a compartir y tocar con los muchachos es muy refrescante para mí, me reta. Además, siento que es un deber para mí hacer cultura y, especialmente, dar a los jóvenes de mi pueblo algo de lo que yo no tuve en la música.

–Es una gran satisfacción para mi poder expresar mi arte al pueblo y que alguien escuche lo que tengo para dar –dice Carlos Guzmán, trompetista–. Hace falta llevar la cultura a cada pueblo de mi país y que tanta satisfacción nos puede dar.

–Digo que sí todos los años para tocar con el Borinquen Brass porque me siento con la obligación moral de llevar buena cultura al país, que es lo que hacemos con nuestra música –dice el trompa José Colón–. En cada lugar que nos paramos a tocar le enseñamos a la gente que hay otras maneras de ver la vida. Es muy gratificante tocar con músicos tan buenos y para mí ha sido una experiencia de mucho crecimiento.

–Soy nuevo con el grupo, este es apenas mi segundo ensayo… para mí esto es un honor muy grande. Siempre los he seguido y admirado mucho –dice el tuba Héctor Quiles.

–Es un privilegio compartir con estos compañeros, que conozco en algunos casos, desde escuela intermedia –señala el percusionista Miguel Rivera–. Nos hemos hecho profesionales y para mí es muy estimulante que sigamos sintiendo esta pasión por tocar. Esto no tiene precio para mí.

Los dejo ensayando. En el camino de regreso a casa vuelvo a pensar lo que mencioné al principio: sí, la música está ahí, a nuestro alrededor, en silencio, en espera de que seres así nos la revelen.

 

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