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  • Foto del escritorEileen Rivera Esquilín

Emilio Olabarrieta, un artista para el mundo


ERA EN ÉPOCA de vacaciones cuando aprovechaba que su mamá se iba a trabajar para cambiar el color de las puertas, reestructurar el jardín, arrancar alfombras y cambiar todo de posición en la casa. Ya la creatividad y el arte rondaban por su cabeza y el niño Emilio Olabarrieta sentía la necesidad de dejarlas salir.

Entonces sin darse cuenta, todo fue tomando forma. Tuvo la suerte de contar con una maestra de drama en el Colegio San Antonio que trabajaba en la producción de eventos durante los fines de semana y él comenzó a ayudarla. “Fue un descubrimiento. Me fui enamorando más de todo el proceso creativo que eso conlleva y quién diría, luego ella trabajó conmigo cuando armé mi compañía Arquetipo. Con ella, Juanita López, aprendí mucha técnica. Aunque soy autodidacta, me enseñó sobre flores, el alambrado… pero yo quería ir más allá, fuera de lo que dice la escuela, porque me consideraba libre”, recuerda ahora Emilio.

Y se preguntaba por qué tal o cual flor no se podía mezclar con otras, o por qué los arreglos tenían que tener cierto estilo. Aprendió a escuchar a las flores y su lenguaje, para lograr una comunión entre ellas y comenzó a innovar, a crear cosas nuevas.

Estudiar publicidad en la Universidad del Sagrado Corazón le dio la base para poder ver que todos sus proyectos tienen una historia, un por qué, una secuencia. “Veo todos los proyectos como un todo”, dice Emilio, quien en su momento -y como fiebrú de la moda- también trabajó como gerente para una cadena de ropa.

Llegó el momento entonces, en 1996, de abrir su negocio. Esto, gracias a que su compañero Julio Cintrón tuvo la oportunidad de acogerse a una ventana -en la compañía de telecomunicaciones para la que trabajaba- para crear una empresa pequeña.

“Ahí comenzó Arquetipo y su ofrecimiento incluía desde pintar casas, hasta crear texturas en las paredes y arreglos florales. Siempre me gustó crear con la manos. Un cliente trajo a otro cliente. Tuve una ventaja al principio y era que muchos de mis profesores en USC eran presidentes de agencias de publicidad. Fue una gran oportunidad y aunque varios me ofrecieron trabajo para irme con ellos, les dije que era mejor que se convirtieran en mis primeros clientes. Recuerdo mi primer evento importante, era para un voleibol playero, invertí todo el dinero, tenía todo listo y dos días antes vino un huracán y todo se vino abajo… pero como en todo, se trabajaron soluciones y siguieron llegando los clientes. Siempre nos distinguimos por traer cosas frescas al mercado, innovadoras”, agrega Emilio, quien desde niño estuvo expuesto a la buena música, los teatros y museos.

"Ya no me siento como que trabajo para una compañía... ahora soy un artista que trabaja y crea instalaciones, que crea ambientes para el disfrute de las personas, que tengan un impacto visual y que provoquen los sentidos”

Emilio Olabarrieta

 

Entonces sus trabajos comenzaron a aparecer en publicaciones importantes, como la de Martha Stewart. Esto, gracias a que Emilio y Arquetipo fueron seleccionados para ambientar una boda que la famosa gurú iba a regalar en la Isla y como parte del proceso fue a su programa de televisión para presentar su propuesta para los arreglos florales del séquito. Ella quedó sorprendida con su propuesta, había ausencia de flores y solo texturas, ‘bouquets’ con verde sobre verde. El tema ocupó la portada de la próxima edición de su ‘magazine’. Así llegaron también las bodas de los famosos -como la de Marc Anthony-, las galas de los museos y el resto es historia.

“Se formó una gran bola de nieve, algunas veces más grande de lo que esperábamos, pero no existe evento grande o pequeño, para mí todos son importantes. Soy bien perfeccionista y tengo que ver todos los proyectos. No es cierto que solo hago trabajos grandes, todos son importantes y hasta un alfiler es importante. Y siempre he sabido trabajar con todo tipo de presupuestos. Soy artista, no soy florista ni diseñador de interiores, soy un artista y soy muy orgánico a los ambientes. No me gusta saturar, sé dónde editar. Me gusta tener balance, que todo se vea pulido y eso nos ha distinguido”, expone.

Llega el cambio…

Pero los tiempos se han transformado. Ahora el mundo de las fiestas, la industria, ha cambiado en todas partes, asegura Emilio. Y de la mano con eso, su compañía se está reestructurando y lo está haciendo con el pie derecho.

Acaba de regresar de lo que considera el reto mayor de su carrera. Fue contratado en Necker Island -propiedad de Sir Richard Branson en las Islas Británicas y en la que un conocido multimillonario ruso ofreció una serie de eventos para 40 personas- para ambientar 17 fiestas a lo largo de una semana, cada una con una temática diferente.

“Nos conocimos en Nueva York y la química fue inmediata, vieron parte de mi ‘portfolio’ y me dieron mano libre para crear. Allí había un equipo de 125 personas de producción, tarimas desde Londres, toda una logística, llevamos cinco contenedores con todo lo que pudiésemos necesitar, desde mobiliario, mantelería, vajillas y accesorios. Hubo presentaciones de BuenaVista Social Club, Cristina Aguilera, Gipsy Kings… En fin, ellos no sabían cómo íbamos a presentar cada evento, simplemente confiaron en nosotros. Eso estuvo a otro nivel, algo a lo que nunca antes nos habíamos expuesto. Quedaron tan encantados los clientes con nuestro trabajo que ahora en diciembre vamos a la Patagonia (Argentina) a conocer un espacio en donde vamos a trabajarle la ambientación de un evento que van a tener allá en enero para 20 personas.

Y es que Arquetipo tomó un nuevo giro, ahora va enfocado más hacia el nombre de Emilio, su arte y una nueva línea de productos -de la que prefiere no adelantar mucho- pero que asegura va a transformar la industria.

“Esto nos ha dado una nueva energía, vamos a comenzar el 2017 con pie derecho. Había que parar, organizar todo a mi alrededor. El cambio a mi nombre viene porque me llegó esa necesidad de demostrar mi arte, pero no a través de un nombre con el que ya no me sentía identificado, sino a través de Emilio Olabarrieta. Todos los trabajos nuevos que van a estar viendo van enfocados hacia eso, todo tiene más detalle, hay más arte. Ya no me siento como que trabajo para una compañía... ahora soy un artista que trabaja y crea instalaciones, que crea ambientes para el disfrute de las personas, que tengan un impacto visual y que provoquen los sentidos”, apunta.

En efecto, su ojo está apuntando hacia otros mercados. Quería romper fronteras y sin esperarlo, llegó el momento. Salir de las 100 x 35 es una realidad.

“Son ventanas que antes estaban limitadas y se están abriendo para no cerrarse”, concluye.

Vídeo: Eileen Rivera Esquilín

 

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