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  • Foto del escritorMario Alegre-Barrios

Cristina Lucas: "El arte no sirve para nada..."


DE FONDO, la primera de las marchas de la Música para el Funeral de la Reina María, de Henry Purcell -la misma que Stanley Kubrick usó al inicio de Clockwork Orange- se repite sin cesar, con el contrapunto producido por los golpes de marrón con los que, en un vídeo, una mujer destruye una réplica de tamaño natural del Moisés de Miguel Ángel.

–El arte no sirve para nada… si es arte, no –dice en algún momento de la charla la misma mujer que descabeza al Moisés–. El arte solo sirve para hacerlo, porque ha de ser hecho, contra todo pronóstico, sin ninguna ley, sin ninguna lógica. Detrás del arte lo único que hay es un impulso imparable que nos convierte en humanos, en seres reflexivos y críticos para entender el mundo.

La mujer del vídeo tiene el cabello largo, la que tengo enfrente lo lleva corto, pero es la misma, Cristina Lucas, artista española (Jaén 1973) que desde el pasado viernes presenta en el Museo de Arte Contemporáneo la exposición Iluminaciones profanadas –selección de algunas de sus obras más recientes y representativas en vídeo y fotografía– con la curaduría del destacado crítico y escritor Gerardo Mosquera. El proyecto –que será huésped del MAC hasta el 18 de marzo próximo– ha sido posible gracias al auspicio de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo – AECID (de Ministerio de Asuntos Exteriores), con el apoyo del Consulado General de España en Puerto Rico.

Alta, de rostro anguloso y mirada risueña, Cristina conversa de la misma manera como hace arte, en el continuo de un proceso reflexivo con el que intenta abrazar el mundo, pensarlo, aprehenderlo, con una vocación quirúrgicamente crítica y el placer inacabado e inacabable del descubrimiento.

Antes de ser lo que siempre quiso ser –artista– Cristina intentó dedicarse a otra de sus pasiones, la química, pero pronto descubrió que la certeza de la ciencia –“el agradecimiento de la ciencia”, como le llama– no era para ella.

–La ciencia es tan agradecida, porque uno la estudia, la entiende y ella, la ciencia se queda tranquila –dice–. Las letras son menos agradecidas, menos propicias para la paz, y las artes plásticas son nada agradecidas porque no sabes nunca qué va a pasar, ni quién ni cómo va a interpretar la obra. La tranquilidad de las ciencias es fantástica y mantengo ese interés y esa relación con la ciencia, con la química.

De hecho, la obra más reciente de Cristina –explica– tiene que ver con la tabla periódica por la que profesa una fascinación muy singular porque “es la que ordena el mundo, es la receta del universo”.

–En ella están todos los elementos químicos que lo componen, ordenados según Mendeleyev por su número atómico, por su valencia –comenta–. Esa tabla es el comienzo de la química moderna. Ahora rige otro orden, el económico. Tomé el orden de Mendeleyev, lo transformé en un orden económico y los elementos están organizados según su valor en el mercado, que cambia según las leyes que lo rigen. Es una tabla viva, que varía por la oferta y la demanda.

"Hay personas que dicen que hacen arte, que dicen que son artistas pero en realidad no lo son, pero que funcionan muy bien llenando las necesidades de las personas que quieren para sus casas algo que les combine con el color de las paredes y los muebles"

Cristina Lucas

 

En el camino descubrió que el hierro es el elemento más barato que hay, que el oxígeno se cotiza en alrededor de 30 euros por aspiración, que el oro no es el más caro y que sí lo son los elementos más vinculados a la producción tecnológica –como los teléfonos móviles y las computadoras–, que hay algunos sin valor comercial porque la industria no ha descubierto aun un uso para ellos.

Como miembro de una familia que nada tiene que ver con el arte, con excepción de un abuelo que esculpía y pintaba frescos en la iglesia del pueblo, Cristina comenta que en aquella adolescencia y juventud temprana lo de ser artista quedaba demasiado distante para ella, pese a sentir una atracción enorme por esa ilusión. Comenzó sus estudios universitarios en química, pero descubrió que eso no la hacía feliz. Intentó entonces con la historia del arte, pero tampoco. Hasta que llegó el salto a las Bellas Artes, primero en la Universidad Complutense de Madrid y posteriormente en la Universidad de California Irvine, para luego hacer una residencia en la Rijsakademie de Ámsterdam,

–La primera cosa que me descolocó mucho cuando comencé a estudiar arte fue una exposición de Bruce Nauman, en el Museo Reina Sofía –recuerda–. En ese momento yo no tenía aún las herramientas para comprender la magnitud de ese trabajo, pero incluso así quedé sobrecogida. Me impresionó tanto esa experiencia que comencé a buscar la manera de enfrentarme a eso tan deslumbrante...

Acercarse a Cristina es acercarse a una filosofa que hace arte y también a una artista que filosofa, algo que se pone de manifiesto no solo cuando se conversa con ella, sino también cuando se leen las reflexiones que hace en torno a su obra, ejercicio que es como leer el destilado de elaborados ensayos filosóficos.

–Dentro de ese marco profundamente reflexivo como parte de tu proceso creativo, ¿hay espacio en tu arte, en tu obra, para la improvisación, para la sorpresa? –le digo.

–Sí, porque al final hay una forma física y en esa forma siempre hay oportunidad para lo imprevisto. Puedo tener la idea, pero en el camino aparece una nueva reflexión, una nueva, una palabra nueva, otra imagen, y todo cambia. El arte, cuando es arte, siempre es vivo, sorprendente. No soy fan de las tradiciones, solo de muy pocas, como las que se vinculan a la astrofísica, porque son muy lindas, porque nos afectan a todos, porque ese es nuestro entorno, entre ellas las tradiciones del Sistema Solar. Es maravilloso que pasen los días, que pasen las estaciones, que pasen los equinoccios, que ahora estemos más cerca del sol, ahora más lejos, las cosechas, que el solsticio de verano, que el solsticio de invierno. Me encanta celebrar eso y que nosotros seamos parte de la misma sopa cósmica.

Al fondo, apagada, continúa la marcha funeral de Purcell, que acompaña la obra La Liberté raisonnée, vídeo que reinterpreta la legendaria obra de Eugène Delacroix en el que la Libertad, en lugar de guiar al pueblo, muere a manos de quienes la siguen. Más cerca de nosotros, el Moisés sigue perdiendo una y otra vez la cabeza, como una crítica de Cristina al dios monoteísta y masculino que rige la buena parte de las religiones.

–La destrucción es también una fuerza creadora –asevera–. Por ejemplo, históricamente a las mujeres se nos ha metido en un cajón muy estrecho, con tradiciones que normalmente nos castigan mucho, que nos hacen prisioneras, que nos atosigan… en la ropa, en el comportamiento, en las obligaciones. Hay que romper eso, es necesario destruirlo para hacer espacio para algo nuevo y mejor. Ser mujer me ha definido de una manera muy obvia, porque había que ganarse una parte de la respetabilidad que el mundo masculino niega. Era algo que no entendía, porque te hacen pensar que no es necesario, pero sí, es necesario

Con la certeza de que una de las misiones del artista es pensar su tiempo, Cristina explica que el tiempo actual es el tiempo de todos, aunque cada cual tenga percepciones y visiones diferentes y pone como ejemplo la reciente e insólita elección de Trump como presidente de Estados Unidos

–Independientemente de lo que cada quien piense de Trump o sienta por él, Trump nos afectará a todos –comenta–. Más que Trump específicamente, nos afecta ya el efecto Trump. Lo que en realidad me preocupa en estos tiempos difíciles es que esté de vuelta todo esto tan reaccionario, tan casposo que es el monstruo del conservadurismo. Este fenómeno del superconservadurismo me asusta mucho en el tiempo que vivimos. A ti podrá asustarte o no, pero te afecta, igual que a todos, igual que a mí.

–Has dicho que el arte de verdad no sirve para nada, de acuerdo, pero es innegable que el arte se inserta en un mundo regido por un intercambio comercial en el que el artista tiene que vender para comer, para pagar renta o hipoteca, medicamentos... ¿Qué reflexión haces de esta realidad?

–Eso, el mundo del arte es algo que aún no me sé explicar –apunta–. El mercado del arte no lo comprendo en absoluto. Quizás esto lo pueda responder alguien que sea experto en los mercados, pero a mí me sorprende tanto… es otro juego. Hay personas que dicen que hacen arte, que dicen que son artistas pero en realidad no lo son, pero que funcionan muy bien llenando las necesidades de las personas que quieren para sus casas algo que les combine con el color de las paredes y los muebles. ¿Hay una necesidad y un nicho para eso? Obviamente sí, pero eso para mí no es arte… No me reconozco así ni reconozco así a las personas que considero artistas..

–¿Y cuál es tu nicho?

–Me encantaría poder vender bien mis obras, tenerlas en buenos sitios, en museos donde las personas las puedan disfrutar, pero no las hago pensando si se van a vender o no –asevera–. Pero en serio te digo que ojalá se vendiera todo, sería fantástico, pero no es ese el objetivo. Cuando trabajo, no digo “quiero vender esta cosa”, sino “quiero hacerla”, “necesito hacerla”.

Con una agenda a tope de compromisos, exposiciones y viajes, Cristina reconoce que apenas tiene tiempo para reconocer el vértigo que esto le produce.

–En este momento de mi vida siento un poco de ansiedad y trato de tomarlo con calma – dice–. Todo ocurre tan rápido… es un síntoma de los tiempos que vivimos. Hay proyectos que quiero hacer relacionados con esto, con esta necesidad de consumir imágenes a una velocidad tan grande. El arte para mí no es un trabajo, sino una vocación, de manera que todo lo que hago a todas las horas del día –comer, beber, salir con amistades, conversar–, está conectado con el arte de alguna manera.

–¿Eres optimista?

–¡No! –dice con una carcajada–. Pero tampoco soy pesimista… voy por ahí, haciendo equilibrio.

–Esta es tu primera visita a Puerto Rico… ¿Qué sabías de la Isla antes de este viaje? ¿Cómo la imaginabas?

–Bueno, el primer referente, sin duda, la conexión con España, la historia del colonialismo, de la esclavitud, sus similitudes históricas en este aspecto con Cuba y Filipinas –comenta–. Sin duda hay una conexión muy fuerte con España. Ahora, lo que no tengo claro es esto con Estados Unidos, esta relación tan súper especial y todo lo que se escucha últimamente. ¿Me puedes decir si es más la gente que quiere irse o es más la que quiere quedarse? Es tan extraño. ¿Me puedes explicar?

La miro fijamente, sin palabras. Al fondo, apagada, continúa la marcha fúnebre de Purcell.

 

Fotos de Roberto Beltrán / Museo de Arte Contemporáneo

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