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  • Foto del escritorMario Alegre-Barrios

'América' y la memoria en la casa de Y no había luz...


AMÉRICA ESTÁ perdiendo la memoria. América era el nombre de la abuela de Julio Morales –uno de los miembros fundadores Y no había luz…– y es también la geografía que nos alberga. América es el nombre de la obra con la que esta compañía celebró su décimo aniversario en el 2015 y que hoy domingo –a partir de las 8 p.m.– tiene la última función de su nueva temporada, en la sede de este colectivo, en el número 1416 de la avenida Ponce de León, frente a la Central High, en Santurce.

Desde el pasado miércoles la casa de Y no había luz… alberga por primera vez el montaje de una obra de esta agrupación, con la reposición de la pieza que fue creada hace dos años en el marco del Programa de Residencias Artísticas del Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré.

–El año pasado estuvimos en Cuba, en el Festival de Títeres de Matanzas y de ahí surgió una invitación para regresar a esa isla a la edición de 2018 del Festival Mayo Teatral, algo que nos honra y enorgullece mucho –dice Yari Helfed, miembro de Y no había luz…­–. América es nuestra pieza larga más reciente y pensamos que era la más apropiada para ese compromiso. Hicimos una propuesta al Instituto de Cultura Puertorriqueña para reponerla y comenzar a acercarnos nuevamente a ella, con la esperanza de mantenerla en cartelera el año completo y comenzar a recaudar los fondos que necesitamos para ese viaje.

Conversamos precisamente en la casa de Y no había luz… entre títeres, marionetas, maniquíes a medio construir y el emblemático árbol de América, hogar en el que sueñan, crean, sufren, desayunan, almuerzan, comen y, a veces, duermen. Donde viven.

–El reto es el espacio –dice Julio Morales, respecto a este remontaje–. Sabemos la historia y siempre le encontramos nuevos matices e imágenes, pero apropiarse del espacio es algo muy importante, en este caso en nuestra propia casa. Nos impactó mucho ir a ver al grupo de teatro Malayerba en su teatro, en Ecuador. Es algo totalmente diferente estar donde nace el proceso creativo, desde esa intimidad única. Eso es algo que a nosotros nos gustaría compartir y por eso las funciones son en nuestra sede. Vivimos momentos en los que quizá lo más sabio y prudente sea trabajar desde la casa. Obviamente el espacio no costea la producción… lo que se recauda en boletos no cubre el montaje tan complicado de América, pero aprovechamos esta ayuda que nos están dando el Instituto de Cultura Puertorriqueña y el National Endowment for the Arts. Le estamos dedicando tiempo a nuestra casa. Habíamos hecho actividades aquí, pero nunca una obra nuestra, y qué mejor que presentar América. Siento que es lo más pertinente ahora mismo… hay que seguir trabajando y tratar de que la gente venga aquí, que nos visite y veo dónde vivimos y cómo es nuestra casa.

América no es solo el nombre de nuestro continente, sino que era también el nombre de la abuela de Julio. Tanto ella como esa geografía padecen el mismo trágico mal que les va borrando la memoria. El personaje central está basado en la relación de esta mujer con su hermano, una relación en la que de niños compartieron mucho, luego se separaron y de ancianos volvieron a vivir bajo el mismo techo.

–Mi abuela comenzó a padecer alzheimer y Alfredo, –su hermano y mi tío abuelo­– se hizo cargo de ella –explica Julio–. Exploramos esa relación tan fraterna y entrañable. "América" es un nombre muy fuerte… a quienes padecen este mal se les olvida comer y decir que "América tiene hambre" quizá no se refiera solo a mi abuela, sino que alude a otras cosas… eso no lo planificamos ni se pensó así, pero una vez comenzamos a trabajar con eso nos dimos cuenta de todas las metáforas posibles.

–Esa fue una discusión que, en el proceso, tuvimos –dice Yari–. Hablar de América como una persona, la abuela de Julio, o del continente. Decidimos no definir de qué estamos hablando y fuimos a lo personal. Cuando se hace algo así, desde lo personal y de manera auténtica, es posible ser más efectivo para que cada cual haga su propia reflexión. No queremos decir que la obra se llama América solo porque así se llamaba la abuela de Julio… hay muchas lecturas posibles desde las conversaciones que se daban entre estos dos hermanos por carta… y entre nosotros mismos y nuestros hermanos. Da la casualidad de que todos nosotros tenemos dos hermanos… De la relación de América con su hermano nacen metáforas de lo que es América –el continente– y su hermandad con los demás continentes.

–La creación de esta pieza duró como un año, desde que comenzamos a escribirla, luego de que Julio y yo tomáramos un taller de dramaturgia con Arístides Vargas en diciembre de 2014 –apunta Nami Helfed–. En ese taller se trabajaba la memoria y Julio escribió un texto que fue nuestro punto de partida. Empezamos a trabajar en el escenario con los actores mientras hacíamos trabajo de escritura trayendo los ejercicios que habíamos tenido en el taller. A la vez que ocurría ese trabajo de escritura y de exploración en el escenario con los textos, también se creaban los ‘props’, los objetos… maniquíes, piernas, marionetas, el árbol. Las piernas se convirtieron en raíces y la obra comenzó a tener vida propia. Fue un proceso muy intenso, hermoso y enriquecedor para todos.

Luego de esta serie de funciones, el miércoles 24 de este mes Y no había luz… se va a Chicago, invitado por el Centro Segundo Ruiz Belvis con un proyecto para dar talleres a la vasta comunidad puertorriqueña de esa ciudad y terminar con una función de Diván y temporal, obra que presentaron en una pasada edición de La Campechada, en el Viejo San Juan.

 
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