ILUSIONADOS COMO niños en la víspera de Reyes, cinco jóvenes estudiantes del Conservatorio de Música de Puerto Rico subirán está tarde –a partir de las 4 p.m.– al podio en la Sala Sanromá para dar continuidad a su sueño de vivir del arte y dirigir la Banda de Conciertos de esta institución en el programa Nuevos senderos: alumnos directores.
José Manuel Febus González, Rocío del Mar Portes Vázquez, Alfonso José Piacentini Betancourt, Víctor M. Chárriez Rosado y Jesús David Rodríguez Ayala –estudiantes de diversos instrumentos, así como discípulos de maestro Rafael Enrique Irizarry en dirección orquestal– se alternarán en la batuta durante la primera parte del programa que tendrá –luego del intermedio– la participación del Coralia y del Coro de la Universidad de Puerto Rico, dirigidos por la maestra Carmen Acevedo Lucío.
El programa se iniciará con el séptimo movimiento del Magnificat de John Rutter, "Gloria Patri", con Víctor Charriez en la dirección. A renglón seguido, Alfonso José Piacentini dirigirá Cloudburst, de Eric Withacre. Rocío del Mar Portes subirá al podio para dirigir And Hope Led Them Home, de Patrick Roszell y Justin Williams. Jesús David Rodríguez dirigirá Sleep, de Eric Withacre. Finalmente Jesús Manuel Febus estará a cargo del Capricho español, de Nikolai Rimsky-Korsakov. La segunda parte se dedicará íntegramente al repertorio coral con las agrupaciones invitadas, dirigidas por la maestra Acevedo Lucío.
Según explica el maestro Irizarry, de la misma manera como le ocurrió a él, estos cinco jóvenes directores tuvieron como primer hogar para su alimentar su voacipon la Escuela Libre de Música Ernesto Ramos Antonini, como miembros de agrupaciones instrumentales de esa institución y también se integraron a su programa coral, como miembros de las giras internacionales y otros eventos artísticos sin precedente en 70 años de existencia de la Escuela.
“Al hacer su ingreso al Conservatorio, son aceptados como instrumentistas”, indica. Aquí están formándose bajo la tutela de sus profesores especializados: José Manuel Febus y Rocío del Mar Portes estudian el oboe con la Dra. Frances Colón Jiménez; Alfonso Piacentini, como percusionista, hace estudios con el Prof. José Alicea Espada; Víctor Chárriez estudia trombón con el Prof. Miguel Rivera Trinidad; Jesús Rodríguez fue alumno de violín del maestro Omar Velázquez. En esa etapa, también han permanecido activos como coralistas, dentro y fuera del Conservatorio”.
El maestro Irizarry destaca que la dimensión histórica de este programa tiene en su ecuación la participación en comunión por primera vez “en décadas de existencia docente paralela, del Departamento de Música de la UPR y del Conservatorio”, con la bienvenida a la maestra Carmen Acevedo Lucío y sus galardonadas agrupaciones Coralia y el Coro de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras”.
“Como primicia, la maestra Acevedo generosamente observó –en formato de aula magistral– un ensayo de estos jóvenes directores, ofreciéndoles invaluables reflexiones y enseñanzas”, dice el maestro Irizarry. “El segundo elemento de la dimensión excepcional que tiene este programa es que el mismo está completamente a cargo de los alumnos directores. Ellos escogieron el programa, ensayaron las obras y atendieron los asuntos logísticos y promocionales del evento. Mi única misión como asesor artístico ha sido sería brindarles consejería antes, durante y después de los ensayos. En síntesis, todo el concierto descansa sobre una premisa sencilla: el director curte su oficio en la praxis. Nuestros Alumnos Directores estrenan esta tarde su primera batuta profesional, confeccionada para cada uno de ellos por un experto artesano del estado de Nueva York. Proponemos que tienen en ella la brújula que apuntará al sendero en que desarrollarán su talento, su inteligencia y -de importancia suprema- su potencial como líderes”.
Con los directores
Conversé con los jóvenes directores el pasado jueves, luego de su ensayo. Aquí sus reflexiones, en orden de aparición (a la entrevista).
“Comencé a tomar el curso de dirección el semestre pasado y despertó en mí una llama desde la primera vez que tomé una batuta, desde el primer contacto con la banda”, dice Rocío del Mar Portes. “Eso fue más o menos en septiembre pasado… le hice el acercamiento al maestro Irizarry para que me diera la oportunidad de seguir creciendo en esto y aquí estamos”.
Rocío del Mar agrega que para ella es “un honor y un placer inmensos trabajar con tan excelentes compañeros”, toda vez que ella misma es miembro de la Banda de Conciertos. “Tocar como parte de la banda y escucharla desde al podio son dos cosas totalmente distintas”, apunta. “Del oboe a la batuta también hay una gran distancia, pero de alguna forma con similitudes. Ambos son instrumentos que nos permiten transmitir ideas y emociones a quienes nos escuchan. Espero poder seguir desarrollando esta pasión recién descubierta… y algún día dirigir Scheherezade, de Rimsky-Korsakov”.
José Manuel Febus –el “veterano” del grupo, quien ya como estudiante ha dirigido la Banda de Conciertos del CMPR– asevera que tener esa experiencia plante para él “gran responsabilidad”.
“El semestre pasado dirigí el concierto completo fue difícil y en el proceso estuve solo con el maestro Irizarry, pero en esta ocasión somos cinco y, mientras alguno de ellos dirige, yo estoy tocando… y viceversa”, explica. “Ahora, además de la ayuda del maestro, nos ayudamos mutuamente entre nosotros. Siento que en esta ocasión el proceso ha sido más enriquecedor por esa dinámica que se ha dado entre todos los que participamos. Me ha ayudado a crecer más rápido porque escucho otras opiniones y consejos. Creo que también para ellos es muy útil lo que yo les puedo dar por el camino que ya he recorrido”.
Víctor Charriez dice que los primeros ejemplos de la posibilidad de transitar entre su instrumento y la batuta son sus dos profesores de trombón, los maestros Luis Fred y Miguel Rivera, quienes también han sido directores, el primero con el Coro de Trombones y, el segundo, con la Banda de Caguas.
“Siempre he visto a los directores de lejos, como algo en otro plano, pero siempre con mucho placer”, dice. “Ahora, gracias al maestro Ricky Irizarry, tengo la oportunidad de explorar este mundo, luego de que, gracias al compañero Febus, que ya pasó por esta experiencia. Por ver a Febus dirigir fue que me metí a la clase de dirección. La primera obra que dirigí fue un coral de Bach, algo esencial para cualquiera que pasé por las manos del maestro Irizarry, quien me hizo esta invitación que me honra profundamente. Después de esto no sé qué va a pasar, lo único que tengo claro es que quiero estar donde sea que haya música buena”.
Para Alfonso José Piacentini, estudiante de percusión, comenta que desde que era estudiante del Programa 100x35 del Conservatorio y descubrió la música, “especialmente de Tchaikovsky, vi la figura del director como algo digno de admiración y respeto”.
“Desde entonces, desde niño, me interesó la dirección, pero pensaba que eso no era para mí, que era algo que no estaba a mi alcance, que era parte de otro mundo”, explica. “De pronto me entero de que el maestro Febus estaba dirigiendo la Banda y dije: ‘estupendo, pero entonces sí es posible que personas como uno dirijan’. Vi la posibilidad y con mi ‘cara de papa’, luego matricularme en la clase de dirección, me acerqué al maestro Irizarry y le dije que yo quería dirigir la banda. Me dijo que tuviera calma, que veía mi interés y que esperáramos a ver como evolucionaba todo. El maestro nos dice que ‘la batuta no suena, pero jode’ y es así, tiene un propósito fundamental”.
Como preparación para este compromiso, Alfonso José vio todos los documentales que pudo encontrar sobre dirección y directores célebres.
“Los estudié, leí mucho sobre el tema desde antes de pararme frente a la banda por primera vez”, añade. “Es parte del proceso, la preparación es vital por la responsabilidad que se tiene con los miembros de la banda, el público y uno mismo. He tenido muy buen ‘feedback’ de lo estoy haciendo y bastante entusiasmado con posibilidad de seguir creciendo en esto”.
Graduado de violín en el CMPR, Jesús David Rodríguez –estudiante de dirección– comenta que al final del semestre pasado, luego del último examen, también le trasmitió al maestro su deseo de dirigir la Banda.
“Así, bien ‘caripelao’, se lo dije y él me contestó que había un grupo que lo haría este semestre. Le respondí que le iba a traer una pieza, Sleep, de Eric Withacre, y esa es la obra que voy a dirigir, en un junte muy interesante de la Banda y Coralia. Tener esta oportunidad me honra y me reta. Como violinista ya sé lo que es estar ‘allá’, al otro lado, con la orquesta, y sé lo que se siente y se piensa desde esa silla. Por ejemplo, a mí me gusta que quien esté en el podio dirija claro, saber qué es lo que quiere para poder seguirlo. Eso es lo que yo quiero conseguir por ahora como director, ser lo más claro posible y expresar todo lo posible, más con el gesto que con las palabras. Hay directores que hablan más que lo que dirigen y quiero evitar eso”.
Jesús David señala que desde hace mucho tiempo deseó estudiar dirección orquestal y que, ahora que lo está haciendo, no dejara de hacerlo.
–¿Y qué obra te mueres por dirgir?
“La segunda sinfonía de Mahler, sin duda alguna”, dice radiante.
Y me ilumina un día oscuro. Esa es también mi sinfonía.