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  • Foto del escritorMario Alegre-Barrios

'Guitarra latinoamericana', un recital y un sueño como muestra


FRANCES KARIM Chiroque Centeno se llama, tiene 23 años –parece de menos– es estudiante de maestría en el Conservatorio de Música de Puerto Rico y, como infinidad de jóvenes en esta isla a la deriva, tiene un sueño que poco sabe de Juntas y crisis fiscales: poner lo mejor de ella en lo que ha estudiado y vivir de esa pasión.

Aunque es obvio que Frances Karim no es la única con esa ilusión, conversar con ella singulariza en su voz y en su rostro esa realidad generacional tan vinculada a las pocas razones que para la esperanza nos quedan cuando intentamos imaginar un mejor país.

Sin darnos cuenta nos debimos de haber cruzado en varias ocasiones en los pasillos del Conservatorio, pero no fue sino hasta ayer que supe de ella, cuando me escribió para que le ayudara a dar alguna promoción al concierto denominado Guitarra latinoamericana: un mosaico, que ella y media docena de estudiantes más –de bachillerato y maestría del maestro Alberto Rodríguezofrecerán este sábado 1ro. de abril –a partir de las 3 p.m. – en el Museo de Las Américas, en el antiguo Cuartel de Ballajá.

El resto del elenco de esta presentación gratuita para todo el público lo integran: Rafael Vicente Nieves Robles, John Rivera Picó, Grezia Lymeiri Vázquez Rivera, Héctor Sánchez, Fabiola De Jesús Torres y Kevin Talí Martínez Pagán. Según explica Frances Karim –quien ha tenido como parte de sus responsabilidades en este programa la de coordinar su publicidad– se interpretarán obras de autores latinoamericanos, con el toque caribeño de piezas cubanas y puertorriqueñas. Entre los compositores representados en este repertorio figuran Agustín Barrios, Heitor Villa-Lobos, Antonio Lauro, Leo Brower, Javier de la Torre y Héctor Ayala.

–Somos alrededor de ocho estudiantes del maestro Alberto Rodríguez y hacemos esta dinámica de reunir todo el repertorio que hemos aprendido y practicado del título escogido, que en este caso, es música latinoamericana –explica–. Yo voy a tocar “Las abejas”, de Agustín Barrios, una danza del puertorriqueño Javier de la Torre y los valses venezolanos de Antonio Lauro.

Frances Karim añade que, como parte de su labor como maestro, Alberto Rodríguez no solo les ayudar a descubrir los secretos de la guitarra, sino que –con este concierto- también intenta familiarizar a los alumnos con otros aspectos de lo que entraña la vida profesional, una vez salen graduados del Conservatorio.

–Ya antes yo había organizado recitales pero nunca había trabajado con los medios –comenta–. Me correspondió todo eso con este evento: ponerlo y promocionarlo en Facebook, hacer el cartel, conseguir los logos y hacer la promoción en la prensa. Un amigo que estudió mercadeo es quien me ha orientado un poco. Eso me ha servido mucho para manejar, incluso, mis propias redes sociales como debe ser.

De madre puertorriqueña y padre peruano, Frances Karim –nacida en Río Piedras– explica que, antes de decidir que quería vivir su vida acompañada por una guitarra, tuvo otros posibles intereses vocacionales, pero que cuando cumplió los once años de edad, tuvo las primeras noticias de esa certeza.

–Prácticamente todos en mi círculo cercano son músicos –dice–. Mi padre es músico de oído y toca música andina, mi mamá es cantante, mi padre de crianza es músico de profesión, con un doctorado en musicología y composición. Sin embargo, nunca tuve la presión familiar de dedicarme a la música… todos ellos dejaron que hiciera lo que yo quisiera. Estuve seis meses tomando clases de violín y estudié fotoperiodismo durante un verano. Trataron de ponerme en ballet y deporte, pero no se me dio. A los once conocí el cuatro puertorriqueño y a los 15 me cambié a la guitarra.

Egresada de la Escuela Libre de Música, en esta institución Frances Karim estudió el cuatro durante cinco años.

–Mientras estaba en la Libre y planificaba mi entrada al Conservatorio, supe que aquí no había todavía el bachillerato de cuatro –recuerda–. Tuve entonces que buscar un instrumento que estuviese cercano al cuatro y así llegué a la guitarra, a los 16 años. Tuve un año de plazo para aprenderla y que me aceptaran en el Conservatorio, y eso ocurrió así. Desde los 17 estoy aquí. Tuve que batallar porque en la Libre no me dejaban que cambiara de instrumento, pero tanto insistí que al fin cedieron.

Discípula del maestro Iván Rijos tanto en la Libre como en el bachillerato en el Conservatorio, Frances Karim recuerda que tuvo que poner mucho empeño para alcanzar el nivel que exige el ingreso a esta institución.

–Era muy jovencita… entré al Conservatorio a los 17 años de edad y en realidad el trabajo fue muy intenso –explica–. Pero con pasión y disciplina las cosas son posibles. En el camino he tenido que aprender todo esto y llevar una agenda para poder cumplir con todas las cosas que tengo que hacer, además de estudiar. Doy clases en tres entidades –la Escuela Puertorriqueña para la Música – Kids & Musik, la Escuela de Artistas y La Senda Antigua Music Academy- y los sábados por las noches toco en la pizzería Farinole, en la carretera número 1.

Y Frances Karim tiene varias metas a corto y mediano plazo, en ruta a finalizar su maestría en mayo del 2018.

-Quiero dar unos diez recitales, ir a algún festival internacional de guitarra al menos una vez al año, una vez termine mi maestría ver la posibilidad de un doctorado en guitarra clásica o algo relacionado con la educación –dice–. Cuando terminé mi bachillerato el año pasado fue como caer en el vacío. Me vi con el espacio y el tiempo para hacer lo que yo quisiera, pero me tomó tiempo poner los pies en la tierra y decidir cómo iba a organizarme. Ahora me siento mejor y mucho más organizada. Aunque doy clases en todos esos sitios que mencioné, toco en Farinole y estudio, me da tiempo para dedicarle a la guitarra al menos tres horas al día. Ha llegado el momento en el que me he dado cuenta que –al tocar– tengo ya unas cosas en las manos que no tengo que pensarlas y que el cerebro controla mis dedos casi sin que yo me dé cuenta de ello.

Frances Karim tiene un sueño que poco sabe de desesperanzas e imposibles, un sueño parecido al de muchos pero que, como los de muchos, es único porque es el de ella. Cuando veo sueños así, lo único que puedo hacer es acompañarlos con el mío, que no es muy distinto y hacerles eco con palabras como estas, que para algo deben servir.

 
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