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  • Foto del escritorMario Alegre-Barrios

Tributo para don Pablo Casals a tres voces


CON UN PROGRAMA concebido para honrar la memoria de don Pablo Casals –y que se tocará en noches consecutivas en tres espacios diferentes– continúa mañana el Festival fundado por el célebre maestro catalán, funciones que tendrán como escenarios la Sala Sinfónica de CBA en Santurce –este miércoles–, el Teatro Monseñor Vicente Murga de la Pontificia Universidad Católica de Ponce –el jueves– y –el viernes– el Teatro Yagüez en Mayagüez.

El repertorio de esta tríada de presentaciones será interpretado por el conjunto de cámara integrado por el violinista estadounidense Corey Cerovsek, el violonchelista puertorriqueño Emilio Colón y la pianista venezolana Gabriela Martínez, y consta de los célebres tríos Archiduque y Dumky –de Ludwig van Beethoven y Antonin Dvorak, respectivamente–, Pastoral y Poème, de Pablo Casals –ambas para violonchelo y piano– y Requiebros, de Gaspar Cassadó, también para violonchelo y piano.

–Corey y yo nos conocemos desde que teníamos, quizá, dieciocho años de edad y desde entonces hemos tocado juntos de diversas maneras –explica Emilio durante el receso del ensayo de ayer martes–. Nos hemos divertido mucho siempre haciéndolo. Nunca habíamos tocado tríos juntos y teníamos la inquietud, luego de haber hecho toda clase de música de cámara.

Cuando conversamos, acababan de tocar el primer movimiento de trío de Beethoven y parecería que los tres llevan haciendo música juntos hace mucho tiempo, pero no: Emilio y Corey conocieron personalmente a Gabriela apenas una hora antes.

–Los tres tenemos un amigo en común y a esa persona le dije hace tiempo que necesitaba una pianista con las características necesarias para tocar con nosotros dos… y él nos dijo que conocía a la persona perfecta para ello: Gabriela –dice Emilio–. Escuché sus grabaciones, la llamé hace cerca de un año, conversamos, la invité y así es como estamos hoy, ensayando este programa para el Festival Casals.

Al hablar del diseño del programa, Emilio explica que en su hogar tiene la colección completa con todos los programas del Festival Casals desde su inicio hace 61 años y que cuando el maestro Maximiano Valdés, -su director artístico– le pidió hacer este programa con música de cámara, pensó que no podía simplemente elegir unas piezas sin ver lo que el maestro Casals había hecho durante los años que estuvo al frente del Festival.

–Deseaba realmente honrarlo –asevera Emilio–. En 1959 el maestro Casals tocó el trío Archiduque, nada menos que con Alexander Schneider y Rudolf Serkin. Esto definió la selección de esta obra como una de las que debíamos hacer. A partir de esto y del espíritu propio de una obra como la de Beethoven, consideré que el Dumky de Dvorak era el complemento perfecto. Cuando se lo dije a Corey, el me dijo, “claro, Dvorak y yo somos viejos amigos, y lo soy especialmente de su Dumky”.

–Yo toqué por primera vez este trío de Dvorak cuando tenía doce años y todavía conservo esa partitura, con algunas de mis anotaciones manuscritas, así que también es un viejo amigo mío –dice Gabriela–. Al final, el último tema suena exactamente igual que el de una de las escenas más emblemáticas de la película E.T..

–Originalmente el programa iba a tener tres tríos de piano, pero el maestro Valdés me pidió que fueran dos tríos y algo para violonchelo solo o violonchelo y piano –añade Emilio–. Había conversado con doña Marta Casals respecto a unas piezas para violonchelo que el maestro Casals escribió cuando era muy joven, a los 18 ó 20 años, que se han tocado muy poco en el resto del mundo y nunca en Puerto Rico. Fueron publicadas recientemente, quizá hace no más de tres años. Ella me las envió y me dijo que podía tocarlas todas. Le dije que elegiría dos de ellas y me enamoré de las dos que finalmente seleccioné. Asimismo, y para seguir honrando a don Pablo, tocaremos una pieza de Gaspar Cassadó, quien fuese su discípulo. Cassadó le dedicó a su maestro esta pieza titulada Requiebros, que don Pablo tocó y grabó.

Mientras conversamos, los tres bromean y se ríen.

–Haciendo lo que hacemos encontramos magia –asevera Gabriela–. En este mundo de locos en el que tantas cosas suceden, es un honor hacer música. Cada día que podemos tocarla y compartirla en un privilegio y una manera de dar esperanza y por eso es que cada oportunidad de hacerla es única.

–Para mí, tocar música es como entrar en una máquina del tiempo, porque al interpretarla te acercas a otras personas y a otras épocas, a los compositores de otros tiempos que de alguna manera siguen vivos en sus obras, a tus propios maestros que en su momento te enseñaron lo que ahora sabes, en fin… –explica Corey–. Y de esta manera se da un encuentro que trasciende el tiempo y el lugar actuales. Es un lugar al que es muy hermoso viajar, como si fuese otro planeta, siempre con un muy conmovedor sentido de comunidad.

Para Emilio regresar a tocar a Puerto Rico es siempre motivo de un placer inmenso.

–Amo a mi país –afirma–. Nada me da más placer que compartir con todos el privilegio de hacer música de todas las formas posibles, como lo es en esta ocasión hacerlo con estos dos grandes artistas y amigos. Pude haber estado acompañado por otros colegas, cada cual con una aproximación a las obras totalmente distinta a ésta, pero amo el privilegio de poder estar con estos dos colegas. Nunca había tocado con Gabriela, de hecho, nos vimos por primera vez hace apenas una hora, pero cuando encuentras el gozo de entender todo lo que ella está trayendo a esta reunión, no puedo menos que sentirme feliz por la posibilidad de hacer –de la música que interpretamos– una obra de arte única en ese momento, que nunca será la misma, aunque la volvamos a hacer.

En la misma línea de pensamiento, Emilio añade que este carácter inherentemente fugaz de la música tiene un escenario más que elocuente con este programa y su interpretación en tres noches consecutivas en escenarios diferentes cada una, con todo lo que esto entraña.

-Cada noche será distinto, y no porque en cada una cambiemos nuestras intenciones de tocar al máximo de nuestras capacidades, sino porque simplemente cada ocasión es única: el teatro, el público, nosotros mismos –asevera–. Y por eso cada una de estas funciones las abrazamos con la misma pasión, con el mismo gusto, con la misma reverencia.

 

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