top of page
  • Foto del escritorMario Alegre-Barrios

Buchbinder, Beethoven y mi primera vez...


LA PRIMERA VEZ que escuché un piano “en vivo” realmente cerca –a no más de 10 pies– fue a los 13 años, mientras estudiaba la escuela secundaria en la Ciudad de México y acompañé a su apartamento a quien fue quizás el mejor de mis amigos de esos días, Roberto Ruiloba Aguilera, hijo de nuestro maestro de historia en la que en ese momento era la Escuela Prevocacional # 1 del Instituto Politécnico Nacional y poco después se convirtió en la Escuela Técnica Industrial # 117.

Mi cultura musical en ese entonces apenas llegaba a lo que había escuchado en unos cuantos elepés de mi padre -entre ellos uno con el primero de los conciertos para piano de Tchaikovsky, otro con el segundo de Rachmaninoff, ambos con Phillippe Entremont como solista y la Filarmónica de Nueva York, dirigida por Leonard Bernstein, y uno más con los Caprichos: el "Italiano", de Tchaikovsky, y el "Español", de Rimsky-Korsakov, dirigidos por Eugene Ormandy- y una única visita al Palacio de Bellas Artes, para escuchar la Sinfónica Nacional de México, dirigida por Luis Herrera de la Fuente, en un programa –recuerdo claramente- con Sesemayá, de Silvestre Revueltas, el segundo de los conciertos para piano de Bela Bartok –con Eva María Zuk, como solista, y la Novena sinfonía de Ludwig van Beethoven.

Con ese limitado panorama musical llegué aquella tarde al apartamento donde Roberto vivía con sus padres y su hermano mayor. Desconocía que mi amigo tomaba clases de piano y menos aun imaginaba yo que al entrar a la sala de su apartamento en uno de esos edificios de la Ciudad de México de la primera mitad del siglo pasado -que me parecían nada menos que suntuosos y que en realidad eran los propios de una clase media para mí y los míos en un nivel social superior- habría un piano, no de cola, vamos, sino vertical, pero un piano de verdad, con todas sus 88 teclas -52 blancas y 36 negras- y un sonido que poco después se me revelaría en mi asombro como sobrenatural.

He olvidado los detalles, pero seguramente debo de haber puesto cara de idiota al ver ahí un instrumento “tan de ricos”, algo totalmente inimaginable en mi mundo y cuyo recuerdo aún hoy, casi medio siglo después, permanece conmigo y despierta a la menor provocación, reviviendo en mí la inefable emoción que sentí cuando Roberto comenzó a tocar el primer movimiento de la sonata más archiconocida de Beethoven –pero nueva para mí en ese instante-, la número 14, conocida como “Claro de luna”.

Cuando terminó, le pedí por favor que la tocara de nuevo y desde ese momento Roberto no solo fue mi amigo, sino mi héroe, quizá más admirable que mis ídolos deportivos de aquellos años, repartidos entre los del balompié, el cine y el béisbol.

Como dije, este recuerdo regresa con frecuencia, casi siempre que ando cerca de Beethoven y sus sonatas de piano, como hoy, en la víspera del concierto con el que este jueves a las 8 p.m. continúa el Festival Casals, en la Sala Sinfónica del CBA Luis A. Ferré: un recital a cargo del maestro austriaco Rudolf Buchbinder, quien interpretará las Sonata núm. 17, Op. 31, núm. 2, La Tempestad; la Sonata núm. 18, Op. 31, núm. 3, La Caza; la Sonata núm. 10, Op. 14, núm. 2; y la Sonata núm. 21, Op. 53, Waldstein, todas de Beethoven.

La evocación de mi primer encuentro con un piano “en vivo” y con una sonata de Beethoven para este instrumento llegó precisamente mientras pensaba qué escribir al respecto y cómo invitar a los pocos que me leen a ir a escuchar a Buchbinder, ya que no lo podría entrevistar con la antelación debida: llega tarde esta noche y no lo veré sino hasta mañana mismo al mediodía, apenas unas horas antes del concierto, y luego de que el maestro reciba la ineludible visita del recaudador de Hacienda.

Obras cardinales del repertorio pianístico, las 32 sonatas de Beethoven tienen una belleza imperecedera que parecería seguir una tradición cónsona con el estilo y fraseo del maestro Buchbinder quien, según nos dijese no hace mucho el maestro Maximiano Valdés –director artístico del Festival Casals– “estuvo en Puerto Rico hace tres años y se enamoró de la Isla”.

“Buchbinder es especialista en Beethoven y tocará un programa que nadie se debe perder”, aseveró el maestro Valdés. “Él es del centro de Europa, con todo lo que eso implica en la tradición pianística, en especial de Beethoven, entendida más desde sus fuentes como música de cámara. La sonoridad que él produce es muy distinta al del resto de pianistas de las últimas generaciones. Su Beethoven es más clásico, más ligero y extremadamente lírico. Sin duda Buchbinder es el pianista a escuchar en estos momentos”.

El maestro Buchbinder –quien en el 2016 cumplió 70 años– está considerado como uno de los músicos más relevantes del mundo. Su amplio repertorio abarca desde Bach hasta la música del Siglo XX y tiene a su haber más de cien grabaciones, muchas de las cuales han ganado premios.

Pero quizás su mayor referencia son las obras de Ludwig van Beethoven, de las cuales ha interpretado las treinta y dos sonatas completas en más de cuarenta y cinco ciudades alrededor del mundo. Ha tocado el ciclo completo de las sonatas de Beethoven en al menos medio centenar de ocasiones, incluida una en el 2014 en el curso de siete recitales en el célebre Festival de Salzburgo.

Este jueves conversaré con él y por la noche lo escucharé tocar a Beethoven, con esa misma nueva vieja emoción que me recuerda aquella primera vez de hace 47 años en la Ciudad de México.

 

99 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page