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  • Foto del escritorMario Alegre-Barrios

Enid Collado y su arte como alimento para el alma


AMAR LO QUE se hace como profesión es –en buena medida– la diferencia entre tener una vida luminosa, plena y más propicia para la felicidad o –en contraste– una vida sombría, espinosa y fértil para la desdicha. A este credo está anclada la existencia de Enid Collado Almodóvar, violinista de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico (OSPR) que precisamente durante esta temporada de conciertos celebra amorosamente veinticinco años como miembro de la que es considerada la institución musical más importante y emblemática del país.

Enid llegó a la orquesta a principios de los 90, justamente cuando varios de los grandes maestros que ayudaron a fundarla comenzaban a retirarse –los miembros de la Familia Figueroa: Pepito, Kachiro, Guillermo y Rafael; don Henry Hutchinson– y ha vivido la evolución –a veces accidentada, claro– que la ha llevado a convertirse en una entidad rejuvenecida que navega con una nueva conciencia de lo que es enfrentarse a una modernidad cada vez más desafiante.

Conversamos hace poco, en el vestíbulo de la Sala Sinfónica Pablo Casals, antes de uno de los ensayos de la OSPR. Menuda y llena de chispa, Enid asevera que desde los 13 años supo que tocar el violín era lo que más deseaba hacer el resto de su vida, que nunca se vio haciendo otra cosa, ni entonces y tampoco ahora... aunque antes de eso deseó ser aeromoza.

–Sí, eso era lo que primero quise ser –dice con una sonrisa–. Cuando viajaba en avión con mis padres y mi abuela, miraba con fascinación a las aeromozas de Eastern Airlines… Parecían modelos, tan ‘barbies’ ellas y así quería ser yo de grande.

Ese sueño le duró hasta poco después de que sus padres –Dorcas Enid y Orlando– la llevaron en 1979 al Programa de Cuerdas para Niños, del Conservatorio de Música de Puerto Rico (CMPR). Enid había nacido nueve años antes, en el Hospital del Maestro, en Hato Rey.

–Mi mamá fue maestra de español durante más de treinta años, y mi papá, abogado –explica–. Ninguno de los dos era músico pero siempre se preocuparon por exponernos al arte y de llevarnos al ballet y a los conciertos de la Sinfónica. Los domingos eran para dibujar y colorear. Estudié en la Escuela Libre de Música. En el Conservatorio mi primer profesor fue Kachiro Figueroa y al llegar a los 13 años entendí que eso es lo que quería hacer el resto de mi vida.

Todos en su casa apoyaron su decisión, excepto una tía abuela, que –cuando Enid se graduó de cuarto año– le preguntó:

–Nena, ¿qué tú vas a estudiar?

–Violín, tití, en el Conservatorio.

–Sí, sí, eso está muy bien, pero ¿qué tú vas a estudiar?

–Tití, eso es una profesión… uno trabaja como músico, en una orquesta y por eso recibe un sueldo.

"Me llena de orgullo ver tantos jóvenes tan talentosos como parte del elenco de la Sinfónica. La orquesta esté llena de vida… Y sé que esa vida entre ellos y quienes llevamos más tiempo nos va a encaminar para seguir luchando..."

Enid Collado Almodóvar

 

Tuvo que educar a la tía abuela... hasta que la señora la vio en televisión tocar como parte de la Sinfónica. Entonces comprendió… y lo aceptó.

–Siempre me he dedicado por completo al violín –señala–. Sé que hay compañeros que pueden tocar más de un instrumento y lo hacen muy bien, pero yo nunca quise dividir ni mi atención ni mi tiempo con otro instrumento que no fuese el violín. La carrera musical es muy sacrificada, con muchas horas de trabajo, desde la infancia, para alcanzar un nivel profesional.

Enid agrega que la música es de alguna manera como el atletismo: si no se entrena constantemente se deja de estar en forma.

–Desde los 14 ó 15 años todos mis veranos los pasé en campamentos de música de seis y ocho semanas, estudiando, preparándome –explica–. En Aspen, en Francia, en Israel… mis vacaciones eran para estudiar y no me pesaba. Y así sigue siendo hasta ahora. Ser miembro de la Sinfónica no es solo llegar aquí a las 6:30 de la tarde a ensayar… hay que practicar durante el día lo que vamos a tocar por la noche con la orquesta y hacerlo de manera óptima.

Graduada Magna Cum Laude en el CMPR en 1991, dos semanas antes de la ceremonia de colación de grados Enid participó en unas audiciones para ingresar a la OSPR. Y las ganó. Ese fue el inicio del cuarto de siglo más reciente de su vida. Mira en retrospectiva y no deja de sorprenderse y sentirse orgullosa por el trabajo realizado y agradecida con la vida.

–Me siento feliz con lo que he hecho, no solo como parte de la Sinfónica, sino también con grupos de cámara y como profesora en mi propia escuela, Gallery Music School –comenta–. Últimamente he estado muy ocupada con todo lo relacionado con el disco de la Sinfónica, una idea que se me ocurrió como una de las tantas maneras que puede haber para generar ingresos para el Fondo de Retiro de los músicos de la orquesta.

Este proyecto –identificado como Músicos de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico– contiene trece obras interpretadas por seis grupos de cámara integrados por miembros de la OSPR, iniciativa que nace de conversaciones entre los propios artistas al darse cuenta de que es vital articular proyectos de autogestión para nutrir su maltrecho plan de pensiones.

–La situación económica ha provocado que las aportaciones no hayan sido las esperadas –explica Enid–. Hablé de esto con José Martín –el responsable del timpani de la orquesta– y le dije que teníamos que hacer algo de autogestión. La administración ha hecho su trabajo y tenemos una relación buena con sus miembros, pero nosotros teníamos que movernos. Se me ocurrió la idea de hacer este CD con los grupos de cámara que ya hay formados por miembros de la Sinfónica y esto nos facilitaba el proyecto. Algunas de las piezas las eligió cada agrupación y otras se las asigné yo, pensadas, no solo para llenar un especio en el disco, sino que una intención. Creo que el resultado ha sido muy bueno y ahora necesitamos que nos ayuden quienes tengan el poder para hacerlo y, por supuesto, que el pueblo que siempre nos ha apoyado adquiera el disco, que está a la venta en las antesalas y en los intermedios de los conciertos de la Sinfónica y también en la página de Facebook de los músicos de la orquesta. (http://bit.ly/2hUyKTH).

Como conclusión, Enid señala que “nadie se hace rico siendo músico, pero la riqueza más grande que tenemos esté en la satisfacción de hacer música y lo que la gente recibe cuando viene a escucharnos... es alimento para el alma”.

–He visto a la orquesta transformarse –asevera–. Me llena de orgullo ver tantos jóvenes tan talentosos como parte del elenco de la Sinfónica. La orquesta está llena de vida… así lo siento. Y sé que esa vida entre ellos y quienes llevamos más tiempo nos va a encaminar para seguir luchando ante el reto que tenemos con lo del Plan de Retiro y continuar creciendo y brillando.

 

Foto y vídeo: Eileen Rivera Esquilín

 

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