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Foto del escritorMario Alegre-Barrios

Vivo Tony Croatto en su legado incandescente


HAY SERES QUE no mueren del todo aunque la muerte los alcance, seres que siguen siendo presencia mientras no los olvidemos, seres que están más vivos incluso después de muertos, con una huella más profunda y un aliento más intenso como estímulo para que los que se quedan sigan re-creando su existencia con proyectos de vida.

A esta certeza está anclada la ilusión que alimenta Croatto, la huella de un emigrante, documental que comenzará a ser proyectado a partir del jueves próximo en los cines de Plaza Las Américas, en un esfuerzo orquestado por Hermes Croatto –el menor de los hijos del legendario Tony­– a partir de una idea original de Silverio Pérez, con la colaboración del propio Silverio, Lou Alers y los hermanos de Hermes.

La charla con Hermes ayer sábado es libre, sin libreto, con un inicio sin preguntas, guiada de entrada por la generosidad de él y de su esposa Viviana al abrirnos su hogar para platicar de Tony, de su legado, de las razones para destilar en poco menos de hora y media el credo de toda una vida de este artista que ­–nacido en Italia– hizo de Puerto Rico su hogar sin fecha de caducidad.

Mauro Davide Agustín –el hijo de cuatro años de Hermes y Viviana– nos da la bienvenida junto con sus padres, acompañado de un pariente no muy lejano de Batman a quien presenta como 'Catman'. El niño tiene una sonrisa y una mirada verde llenas de vida que habrían hecho delirar al abuelo que no conoció y que quizá a ratos lo observe desde alguna de las fotografías que hay en la habitación donde conversamos.

–Yo no dejo de estar en una búsqueda, algo que inconscientemente mi papá me despertó desde siempre –dice Hermes, una vez Viviana se lleva a Mauro y a 'Catman' para que podamos conversar–. Mi relación con él fue muy diferente a las de mis hermanos, en un momento de su vida muy distinto. En el documental mi hermano Alejando cuenta que los primeros cuatro años de su vida él los paso con su abuela materna y con su tío, en Argentina. En esos cuatro años, no vio ni a papi ni a su mamá. Cuando estos llegan a Puerto Rico y se instalan en Miramar, es cuando traen a mi hermano de Argentina… y así lo cuenta, que conoció a sus padres a los cuatro años… increíble, mano.

En esa época el cantautor italiano –nacido en 1940– tenía no más de 29 años, con una historia con su padre –según dice Hermes– no muy buena, pero sí “maravillosa” con su madre, de quien “papi absorbió todo el amor que llevaba por dentro”.

Cuando Hermes nació –el 11 de noviembre de 1981– Tony ya era todo un hombre maduro de 41 años, con unas circunstancias de vida que lo llevaron a dedicarse en cuerpo y alma al menor de sus hijos.

–En aquel momento él pudo haber seguido siendo Tony Croatto. Ese Tony Croatto que todo mundo conoce, yo lo conozco cuando papi fallece, porque papi, mi papá, no era esta persona de la cadenita Gucci y la camisa abierta, atractivo, cuidándose. Ese no era mi viejo, mi viejo era éste –dice, señalando una foto de ambos juntos tomada alrededor de mediados de los 80.

Fue entonces cuando Tony vivió lo que Hermes considera como “un encontronazo espiritual bien grande con él mismo y con lo que le rodeaba”, con lo que comenzó una inquietud constante y de búsqueda espiritual, días en los que Hermes se recuerda sentando, dibujando frente a su viejo, mientras éste leía El hombre, hijo de Dios, libro que nunca ha conseguido y que siempre ha querido leer, “porque hablaba mucho de Jesús, pero de su lado humano, no del lado divino”.

De viva voz...

"Me veo cultivando en los niños, no tanto en los que son muy buenos en algo, no, sino en aquellos que la gente piensa que no sirven para nada, en aquellos de los que se dice que están perdidos, que no van para ningún lado. Me veo en eso y todos los días lo pienso, lo declaro y lo sueño"

Hermes Croatto

 

–Y nos íbamos a hacer cosas al monte, a la finca –añade–. Cuando él fallece, ¡ufff!, ahí sí que yo me voy ‘skyrocket’, porque me dije “y ahora, ¿cómo me reencuentro con mi viejo, mano?, ¿dónde lo busco?”, y entonces me voy dando cuenta de que así, como lo tenía, no lo iba a volver a tener, pero empiezo a tener una relación con él que es difícil de explicar, una relación presente, constante… en otro plano. Tengo un terrenito allá abajo, al que me voy por la mañana, temprano, y lo trabajo. Cuando trabajas con la naturaleza, descubres muchas cosas, como que en el mundo existe un tiempo para todo, aunque a veces queramos acelerar los procesos. Pero no, todo tiene un momento para ir ocurriendo.

El documental

La idea que dio origen a Croatto, la huella de un emigrante nació hace cerca de tres años, en un camerino de Punto Fijo, en el Centro de Bellas Artes, justamente antes de que Hermes saliera por primera vez a cantar en un escenario, en una época en la que comenzaba a gestarse también la Fundación Árboles Fuertes, el propósito mayor de toda una serie de ideas en la que este documental es parte sustancial.

–Ya Silverio había ido a Argentina y había entrevistado a mi tío Tim, hermano de mi papá… creo que ahí le nació la idea a Silverio, que es visionario –señala–. “Tenemos que hacer un documental de tu papá”, me comentó ese día. Le dije que eso sería genial y lo empecé a imaginar desde ese instante.

La idea comenzó a crecer y pronto Hermes se dio cuenta de que no podía hacerlo solo, que necesitaba la visión del amigo Silverio y de otros amigos –tanto del mundo del espectáculo como de la vida privada– así como de sus hermanos, para integrar realidades y momentos que él desconocía. Casi de inmediato se dio cuenta de que el documental sería también una herramienta idónea para levantar fondos para Árboles Fuertes “que es el macro” de la inquietud inmensa que Hermes tiene por “devolver a Puerto Rico lo que mi papá me dio en nuestra intimidad de padre e hijo”.

Y Hermes viajó a Italia y a Uruguay –país ese último donde Tony se crió– en pos de las huellas de su padre. Y conversó con infinidad de personas que lo conocieron, algo que también hicieron todos los involucrados en el proyecto.

–Yo había ido a Italia con papi, pero ahora fui en otra onda, no con él, no de vacaciones, no de visita –explica–. Yo soñaba con ir a Uruguay y lo hice. Era como ir tras las huellas de tu súper héroe favorito. Para mí fue todo tan fascinante que si hubiera incluido la totalidad de eso, tendríamos un documental de cinco horas.

El proyecto necesitaba estructura y una mirada más objetiva. Y llegó Lou Alers, que se convirtió en un “hermano de por vida” para Hermes.

–Y le dio coherencia al proyecto, más allá de la emoción –pienso yo en voz alta.

–Eso fue, Mario, así mismo –asevera–. Lou amarró tan bien, todo eso que no es solo la vida artística de papi. Creo que cada cual se puede ver reflejado en este documental según su propia vivencia. Ha sido un trabajo en familia que tiene, creo, la capacidad de tocar a la gente según sus propias circunstancias, según sea su universo. Esto es lo que quiero.

Hermes hace énfasis en que este documental va a Plaza Las Américas, a los cines de ahí, porque es para que el pueblo lo vea, porque Tony era, es y será siempre del pueblo, de la gente. Asevera que Croatto, la huella de un emigrante no es una pieza hecha para ver si gana un premio Emmy, que si llega, “fine”, pero que no se trata de eso, sino que el fin es que todo el mundo conozca mejor a Tony, -incluso en unas profundidades en las que Hermes mismo no lo conocía- y también sentir por qué este “emigrante” –“que no jugaba a ser genuino, porque lo era”– se enamoró de Puerto Rico de la manera como lo hizo.

Añade Hermes que no le interesa hacerle un monumento de piedra a su padre, que no quiere hacerle una estatua. Dice que la gente le pregunta por la sede de Árboles Fuertes, sede que no tiene y quizá nunca tenga en el sentido tradicional del concepto, porque quizá ocurre que la ‘no-sede’ física de esta fundación es precisamente su sede, su hogar ubicuo, sin muros, porque la verdad es que la sede de este proyecto es el carro de Hermes, su guitarra, su hogar, su familia, sus amigos y todo aquel que cree en Árboles Fuertes como la posibilidad de un mundo mejor a través de sus cuatro pilares: la naturaleza, la música, Puerto Rico y los valores.

–Esta Fundación es­ para sembrar semillas de inquietud, semillas de identidad, sin pensar en formar ejércitos de nada… ni de un partido ni de otro, ni de una ideología ni de otra, sino pensando en formar gente -afirma.

Tony nunca le explicó a Hermes de manera literal las razones de su amor inmenso por Puerto Rico, sino que se las mostró con su forma de vivir, con su manera de contarle la Isla.

–Mira, al final del documental papi lo explica en una entrevista, pero en realidad él nunca me dijo “tú tienes que querer a Puerto Rico por esto por aquello”, sino contándome historias –señala–. Me hablaba, por ejemplo, de Agüeybaná. No era solo el cuento, sino cómo me lo contaba. Yo podía hacer “un comic book” en mi cabeza y yo jugaba a ser Agüeybaná. Me hacía la historia del Capitán Correa y la lucha en Arecibo de treinta jíbaros con machete contra un buque de guerra, en fin. Mi papá me sembró eso y lo tengo dentro, me sembró infinidad de semillas así, con la virtud de dejar que fuese yo quien hiciese mis propios juicios. Siento tan de cerca todo eso y tanto orgullo, el mismo que a muchos les falta por lo nuestro.

El 'trailer'

–¿Como ha sido para ti ser ‘el hijo de…’? ¿Qué tanto ha sido para ti una sombra, qué tanto eso ha sido para ti alas? ¿Cómo has intentado dejar de ser un poco ‘el hijo de Tony Croatto’ para ser más ‘Hermes’, Hermes y punto, Hermes el padre de Mauro, Hermes el esposo de Viviana?

Sonríe.

–Eso que me dice es increíble, porque es así y siempre va a ser así –dice–. Uno siempre va a ser un poco ese ‘hijo de…’. A veces, cuando hablábamos y le decía, “de verdad viejo, yo quiero ser como tú”, él me decía, “¡Ay no, chico, qué aburrido! ¿Ser como yo? ¿Por qué? Mira qué tanta cosa linda tú tienes por dentro. Tú eres mejor que yo... es más, yo quisiera ser hijo tuyo”. Me dijo eso cuando yo tenía como 19 años y yo no entendí la profundidad de eso… y lo entiendo ahora, que tengo un hijo de cuatro años.

Dedicado profesionalmente al mundo de la hotelería, Hermes dice que en algún momento de su infancia pensó que posiblemente se dedicaría a cantar, pero que ocurrieron algunas cosas que lo alejaron de todo lo artístico. Nada de cantar ni tocar guitarra, incluso llegó a sentir “rabia” hacia el mundo del espectáculo.

-–Recibir a todas esas personas que vienen a mi isla y las hago sentir en su casa me da un placer inmenso. Es lo que he hecho y mi padre siempre lo respetó mucho –menciona de su profesión–. El sabía que yo no iba a cantar, que yo no iba a ser artista.

Hermes volvió a la música poco antes de que su padre muriese en abril de 2005, cuando al hospital llegó un ahijado de Tony, con su guitarra, y le empezó a tocar algo al amigo a punto de partir. En ese instante Hermes pensó “que pena que no sea yo quien le tocase la última melodía al viejo”. Regresó a casa después del entierro, al vacío inmenso. Ahí, en el estudio de Tony, lo esperaba su guitarra.

–Papi es mi inspiración –asevera Hermes hacia el final de la plática–. Aunque la incertidumbre es enorme, me veo formando seres humanos, me veo cultivando en los niños, no tanto en los que son muy buenos en algo, no, sino en aquellos que la gente piensa que no sirven para nada, en aquellos de los que se dice que están perdidos, que no van para ningún lado. Me veo en eso y todos los días lo pienso, lo declaro y lo sueño. Encauzando a los niños en el bien.

Nos despedimos de Hermes y Viviana quienes –como Tony, el emigrante– están dejado huellas también. Mauro –el de la risa y mirada verde llenas de vida– es una de ellas. Y también Árboles Fuertes y el documental…

 

Foto y vídeo de entrevista: Eileen Rivera Esquilin

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