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Foto del escritorMario Alegre-Barrios

Omar Velázquez: "me siento muy, muy feliz"


Rara vez durante toda su vida profesional el maestro Omar Velázquez acarició la ilusión de ser concertino de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico. Hasta hace unos meses esa posibilidad poco estuvo en su radar, pero todo cambió en mayo de 2015, cuando el maestro Henry Hutchinson -el concertino titular precisamente desde 1990 año en el que Omar se unió a la OSPR- le anunció que se retiraría en diciembre pasado.

Ayer martes se llevaron a cabo las audiciones para llenar esa vacante y Omar fue el ganador para convertirse en apenas el tercer concertino en la historia casi sexagenaria de nuestra máxima institución musical, en una línea de sucesión que comenzó con el legendario Pepito Figueroa -maestro de Omar en el Conservatorio de Música de Puerto Rico- y continuó con Henry Hutchinson.

Aún emocionado por su designación, Omar -santurcino, nacido en 1969- confiesa que nunca fue una meta para él ser concertino, porque intuía que Henry seguiría ahí por algunos años más. “Fue en mayo del año pasado cuando Henry me dijo que se retiraría en diciembre y hasta antes de eso no había pensado en la silla de conciertino como algo en mi futuro, porque consideraba que para cuando Henry decidiese irse, a mí mismo no me interesaría su puesto”, explica. “Nunca durante todo este tiempo me lo plantee como una meta… estaba muy feliz con mi trabajo como asistente y como sustituto de Henry a veces, cuando él tenía que ausentarse. Pero cuando me enteré del retiro de Henry me replantee el asunto y sentí que era un deber audicionar para esa silla, no solo por el tiempo que llevo como asistente, sino porque siento que tengo las aptitudes necesarias para ello. Me encanta el trabajo de orquesta y sin duda desde la posición de concertino esa dimensión se expande en varios sentidos, en especial en la manera como uno puede influir en el desarrollo del elenco”.

Curtido en las responsabilidades que entraña sentarse en la primer silla de la orquesta gracias a la experiencia en esa tarea en orquestas como la del Conservatorio de Música durante los cinco años que ahí estudió, la Orquesta Padre Antonio Soler y con la orquesta de la Universidad de Indiana, Omar asevera sentirse “muy feliz” con el desafío de asumir esa labor en la máxima institución del país. “Pero como que todavía no lo creo”, comenta. “Me sigo preguntando ‘¿en verdad gané las audiciones?’… es como un sueño. En verdad, me siento muy, muy feliz”.

Omar señala que nunca pensó que, por haberse desempeñando durante los últimos meses como concertino interino, tenía más posibilidades de éxito en la audición. “Para nada, mis colegas son músicos extraordinarios y cualquiera pudo haber ganado… fui yo y me enorgullece tener colegas de tanta clase”, reflexiona. “Durante todos estos meses me preparé muy bien, trabajando una gran cantidad de repertorio… conciertos, solos de orquesta, extractos orquestales muy difíciles. Ha sido un proceso muy intenso y todavía estoy asimilando esta gran emoción, como parte final de una experiencia en la que tuve el apoyo de muchas personas a las que les estoy inmensamente agradecido”.

Consciente del papel abarcador del concertino en la orquesta, no solo en el aspecto eminentemente musical, sino también como ente inspirador y de liderazgo, Omar comenta que lo ilusiona mucho asumir esta responsabilidad como parte de un grupo en el que muchos de sus miembros viven la experiencia como si fuesen familia. “Yo estudié con Pepito Figueroa, el primer concertino de la orquesta, y durante 25 años estuve sentado al lado de su sucesor, Henry Hutchinson, y llegar ahora a esto es un honor inmenso”, dice. “Mi trabajo es tratar de que los músicos a mi alrededor se sientan bien, cómodos, respaldados, siempre con la excelencia como parámetro. De la misma manera como soy de exigente conmigo mismo, así debo ser con mis colegas. La plaza de concertino tiene una mística particular porque hace tiempo, cuando no había directores y las obras no eran tan grandes, era el concertino quien dirigía. Ahora ya no es así pero es el segundo de abordo… siempre de la mano del director, sin perder la noción de lo que mis compañeros hacen o necesitan. Sí, es muy importante la figura del concertino, pero solo en la medida de que es parte de un grupo en el que todas las secciones son vitales”.

Omar enfatiza la huella dejada en él por sus profesores, desde los primeros como Mario Rosa y Jaime Medina, hasta Pepito Figueroa. “Todo esto me llena de orgullo, de humildad, de alegría”, reitera. “Mi maestro Pepito Figueroa está muy cerca de mí. Ayer, antes de la audición, tuve una especie de señal de que él estaba por ahí. En el momento de tocar con los dedos una foto que tengo con él, pise un juguete de mi hijo y sentí algo que me conmovió, como si fuera Pepito, diciéndome, ‘adelante, te estoy escuchando’. Se me erizaron los pelos… también tengo mucho que agradecer a Henry Hutchinson… fueron 26 años sentado a su lado y algo puso este gran maestro en mí que me ha hecho mejor músico”.

Hacia el final de la charla, el flamante concertino de nuestra Sinfónica destaca que le tiene un “cariño inmenso” a esta institución. “Pero las instituciones son tan buenas como las personas que las forman, y en la Sinfónica hay una enorme calidad, no solo artística, sino también humana. Me da una una satisfacción tremenda ser el conciertino de estos queridos amigos”, concluye.

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