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  • Melissa Torres Ramos / Escritora Invitada

Ana María Fuster Lavín y el vicio más divino


ESCRIBE PORQUE no tiene más remedio, porque es su mayor felicidad; escribe cuando se siente rabiosa, cuando está triste y también rebosante de felicidad. Es decir -asevera- escribe siempre.

Estas son las razones fundamentales detrás del arte de la escritora Ana María Fuster, quien el próximo 15 de noviembre presentará su nueva obra “Cuestión de género, Carnaval de Sangre 2”, a partir de las 7 de la noche en el Editorial EDP University, en Hato Rey.

Conversamos de una manera poco tradicional, un poco por texto, otro poco por teléfono y algo más por correo, charla que fluyó de manera cordial y respetuosa, siempre con una Ana María muy generosa y entusiasmada al hablar de lo que más ama: la literatura.

Ana María explica que descubrió su vocación por la escritura en la escuela secundaria, donde comenzó a escribir cuentos, y más tarde en la universidad, espacio en el que se dedicó más a leer y estudiar formalmente literatura, reseñas de libros y de cine.

“En los noventa escribí par de cuentos que me publicaron en alguna revista”, recuerda. “Ya lo tomé formal gracias a dos cosas, una fue un amigo que me llamó y dijo escoge tus mejores cuentos y vamos a montar un libro. Dije ¡YO?, no me atrevo hay demasiados buenísimas escritoras y escritores. Y lo ignoré. No había ni Facebook, ni celulares, en mi vida eran los altos noventas”.

Rectificó poco después: luego de discutir con un ex, terminó en una cafetería dominicana en Santurce.

“Estaba con el Ensayo sobre la ceguera de Saramago, estuve allí como 6 horas leyendo y tomando primero café y luego, cerveza”, explica. “Al llegar a casa, llamé al amigo y le dije, ‘dale vamos a montar el libro’. Y de ahí surgió y se publicó en el 2002 (sí tardé par de años más) Verdades Caprichosas”.

Para la escritora -egresada de la Universidad de Puerto Rico, donde se formó en Música y Literatura, con una maestría en Estudios Hispánicos- leer y escribir la “liberan” de ella misma y de su timidez.

“Me siento fuerte y protegida cuando leo, desde pequeña me iba a una esquinita a leer y era tan libre y segura así”, recuerda. “Es como si las palabras fueran un escudo y una espada. Los libros (leer y escribir) son como un medio de transportación hacia lo posible y hacia lo más remoto e impredecible. Escribir y leer son el vicio más divino. Es una locura, siempre ves el más allá y el más acá de cada situación, persona, noticia y te inventas o especulas mil cosas”.

Entre los libros y autores que la han marcado, explica que los mismos han estado vinculados a diversas etapas de su vida y menciona que, de pequeña, esa huella la dejaron obras como “El retrato de Dorian Gray”, de Oscar Wilde, que recuerda como “terrible y maravilloso”, porque incluso le tomó miedo a cuadros donde los personajes miran fijamente al frente y “El coronel no tiene quien le escriba’, de García Márquez”.

“Me enganché a todas las obras de teatro de René Marqués”, añade la autora de libros como “Verdades caprichosas”, (2002)’; “Réquiem” (2005) y “El libro de las sombras (2006). “Mis abuelos tenían una antología completa de los cuentos originales de los hermanos Grimm (que son la mayoría casi de terror), los cuentos de Poe, Stephen King, y me gustaba mucho leer leyendas como las de Coll y Toste. Yo escribía cuentitos, bastante malos, en la secundaria, pero comencé a escribir con disciplina mucho después de graduarme de la UPR. Luego me enamoré de Alexandra Pizarnik, Marta Aponte, Luis Rafael Sánchez, Ana Lydia Vega, Rosario Ferré Horacio Quiroga, Julio Cortázar, Miguel Delibes, Donoso... te digo, me obsesionaba con libros y autores”.

Al hablar de su proceso creativo, la escritora reconoce que tarda bastante y que, con el paso de los años, se ha vuelto “más meticulosa”.

“Tardo bastante escribiendo, y luego corrigiéndome y editándome, y con el pasar de los años soy aún más meticulosa”, apunta”. “Escribir ‘Verdades caprichosas’ me tomó 2 años y tardé 3 años más en poderlo publicar. Mi novela ‘Mariposas Negras’, demoró 5 años en escribirla y la editorial la publicó un año después. Cada libro que publico lo hago con mucho amor y respeto, y lo celebro como un hijo... como recibir el año nuevo, con ilusión y miedito. Así ha sido desde el primer libro hasta el último que acabo de publicar. Ya son 14 libros y con todos siento esa emoción y nervios”.

Al apreciar el amplio trabajo de Ana María, hay un género que notablemente la distingue. Sobre este, comenta, “​el género gótico es uno de los estilos que trabajo, que siento y disfruto”. “Me permite -añade- entrar no solo a una situación, sino a los sentimientos de los personajes protagonistas, a sus alegrías y sus tormentos. Las posibilidades de lo tangible y de lo paranormal los monstruos que existen en la maldad de las personas, como los inimaginables”.

Casi se puede palpar la pasión con la que explica por qué prefiere el gótico entre tantos otros géneros. “El género gótico me ayuda a expresar y desnudar quiénes somos realmente más allá del maquillaje, del carnaval social, de la pose intelectual” asegura. “A mí me ayuda a denunciar el sometimiento al que ha estado subyugada la mujer a través de los siglos, las miserias del pobre, del hijo no deseado y otros tantos”.

Cuando piensa en qué cosas o momentos pueden inspirarla con tanta pasión a la hora de escribir, comenta que, como madre soltera, el factor tiempo es escaso, “no tengo una hora particular, de noche y de madrugada casi siempre. Leo mucho y eso me inspira. También el cine me inspira”.

Aclara que escribe cuando siente rabia por asuntos políticos, por cualquier tipo de violencia e injusticia. “A veces me inspiro con noticias raras que leo para escribir” añadió. “Me inspiro leyendo poesía, también libros de sicología y sobre mentes criminales, asesinos seriales, etc. Luego les doy matices y moldeo la palabra con amor”.

Afirma que además escribe cuando se siente sumamente feliz o cuando está triste, pero que bajo ninguna circunstancia puede escribir por presión. “No puedo sentirme obligada o presionada para escribir, eso es como violar mi sensibilidad y alma”, señala. “Es decir escribo siempre, menos bajo estrés o ansiedad”.

Al mencionar el factor de la ansiedad, expresa, “padezco de ansiedad, pero la controlo leyendo, con música, cine, excursionando con mi hijo, o jugando con mis gatas”. Sobre este particular recuerda, “me pasó que con la angustia postapocalíptica luego del paso del huracán María no pude escribir casi nada desde ese 20 de septiembre hasta enero de este año”.

Para fortuna nuestra luego surgió un gran momento creativo donde, “parió” su nuevo libro en dos meses. “Nunca había escrito un libro tan rápido”, asegura. Al referirse a su nuevo libro de microcuentos "[Cuestión de género], Carnaval de sangre 2".

“En 2015 publiqué el Volumen 1. En esta publicación ningún microcuento pasa de las 140 palabras”, nos aclara. “Fue una catarsis escribirlo... después de todo lo sucedido tras María, el silencio, el abandono, la demencial corrupción, la violencia contra las mujeres y menores”.

Además en esta publicación trabaja la pérdida de la memoria, algunos cuentos sobre niños, incluido uno inspirado en los niños involucrados en el conflicto fronterizo entre Estados Unidos y México. Empieza este libro de manera muy curiosa y divertida: con una sección de microcuentos góticos sobre los gatos y sus poderes fantasmagóricos, sección que afirma estar inspirada en sus dos gatas, Cleopatra y SofiLuna.

Sin lugar a dudas podemos afirmar que hay un gran crecimiento, una madurez literaria desde sus primeras obras hasta las más recientes. “La evolución la veo en que cada vez escribo más libro; más fiel a mí misma. "Y siento que todo fluye con más pasión, también soy más estricta con el producto final, pues estoy más consciente de ese todo”, señala.

Asegura que además ahora es más solitaria y feliz en “esta cosa literaria”. Parte de esa evolución podemos notarla en el manejo de los distintos géneros dentro de una misma obra. “Antes escribía dividiendo los géneros, es decir o narrativa o poesía, ahora veo como inevitablemente todo es poesía, incluso si escribo novelas como '(In)somnio' o 'Mariposas negras'”, aclara. “He aprendido con el tiempo a llevar la poesía en la sangre”.

Quienes han experimentado la maternidad saben todos los cambios y giros que esta trae a las vidas de las madres, y que -indudablemente- las marca e influye en todas sus facetas. “La maternidad cambió toda mi vida”, asegura. “Primero tuve que escoger entre tener al bebé o a mi pareja. Decidí tener el hijo e inevitablemente él se fue del hogar al año cosa de la que me alegro no sabes cuánto”, recuerda.

Asegura que además de todas las responsabilidades que llegaron con la maternidad, también surgieron en ella una ternura y empatía distinta -"ser madre me llenó la vida de esencia”, asevera- y, por esta razón afirma que por más crudos que sean sus escritos, siempre habrá en ellos algo de amor y ternura.

Al hacer mención de su hijo es notable su emoción y orgullo. “A mi hijo le he llevado a las actividades de libros, poesía, a huelgas por nuestros derechos, al arte, al cine, a la justicia, claro y al balompié”, explica. “Nos nutrimos uno al otro”.

Ha sido su hijo quien le ha hecho más fuerte y esta misma fuerza le ha dado más seguridad como escritora. Ser madre ha sido “sumamente extenuante, pero maravilloso”, puntualiza.

Ana María, quien se describe como una escritora, “apasionada, luchadora, macabra, sensible y poeta”, mientras añade que, si hiciera un libro de su vida, sería una novela lírica, de humor negro, cuyo título podría ser “De amor, locura y muerte” (aunque es robado del libro de Horacio Quiroga); “Réquiem para una bruja que se niega morir” o “Al otro lado, la vida”.

Hacia el final de esta interesante plática (que ha sido casi un extraordinario taller sobre vida y literatura), Ana María expresa lo que parece ser el secreto para una carrera exitosa, dentro del mundo de las letras: “No escribas pensando en aplausos, miedos, premios, caer bien o tener mucho dinero”, señala. “Escribe porque no tienes más remedio, porque es tu mayor felicidad, porque amas leer y te dejas corregir y editar”.

Destaca que -como escritor- es necesario "leer más de lo que se escribe". "Es imprescindible compartir tus trabajos con otro escritor para pulirte”, apunta. Enfatiza en la perseverancia y la humildad, -“no dejes que tu ego lastime o maltrate a otros, no menosprecies a otros escritores”-. Claramente podemos apreciar su amor y entrega a la literatura mientras asevera, “escribe porque lo sientes... vive mucho mucho, mucho... lee aún más, y, ambos verbos, intensamente”.

Como colofón, la escritora, la poeta, la luchadora, la madre, nos exhorta, “huye de las cadenas religiosas, políticas y sociales". "El escritor es una pequeña diosa o dios (parafraseando a Vallejo) huye del sexismo, racismo, homofobia, xenofobia, etc..” afirma. Y “el valor, el talento, la sabiduría, la entereza, la bondad, el arte y la empatía lo son todo”.


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