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  • Foto del escritorMario Alegre-Barrios

Jeannette Betancourt y las tragedias de la crisis


UNOS CUANTOS segundos bastaron para cambiarle la existencia a Jeannette Betancourt hace 23 años. Con el cañón de una pistola pegado al pecho, en unos instantes su vida completa le pasó por el frente y decidió que, si salía de esa, haría de su vida algo muy distinto a lo que había sido hasta ese momento.

Aquel día en la Ciudad de México –durante un asalto en la calle– la muerte siguió de largo sin tocarla y desde entonces Jeannette se ha dedicado en cuerpo y alma a lo que siempre quiso hacer, al arte, a ser libre y a tratar de encontrar todos los días nuevas maneras de mirar el mundo y lo que en él ocurre, como único camino para explicárselo mejor a ella misma y a los demás.

Ese viaje inacabado e inacabable ha tenido una estación desde hace algunas semanas en el espacio de Área Lugar de Proyectos, en Caguas, donde Jeannette ha estado trabajando la exposición Deuda + Diáspora, como parte de su investigación de tres años: “La incidencia del Antropoceno (del hombre) y la Noosfera (la esfera de conocimiento humano) sobre el planeta Tierra”.

Esta residencia –que comenzó el pasado 21 de octubre– culmina este sábado -19 de noviembre- en una jornada señalada por un conversatorio con la artista a partir de las 2:30 p.m. en la Sala Carlos Osorio del Museo de Arte de Caguas. Como prólogo, este miércoles –a las 11 a.m.– Jeannette participará en el conversatorio "El arte público en el siglo XXI, sus retos y posibilidades", que se llevará a cabo en el Anfiteatro Argentina Hills de la Universidad del Turabo, con la participación –además– de los arquitectos Jaime Suárez y Aurorisa Mateo, y las doctoras Teresa Tió y Carmen T. Ruiz de Fischler.

De entrada, una oleada de nostalgia por el obvio acento chilango que impregna el saludo de Jeannette, quien reside desde 1985 en la capital mexicana, adonde se mudó por razones de trabajo y donde se quedó cuando ahí encontró el amor de su vida, luego de haber nacido en Nueva York, criarse en Río Grande y crecer en el área metropolitana de San Juan.

"Creo que hay esperanza... hay gente en lo que yo llamo 'la resistencia', personas que se han quedado a luchar, y también hay que contar esas historias"

Jeannette Betancourt

 

Al reflexionar en la mujer que fue antes de aquel día del asalto, Jeannette comenta que siempre ha sido una persona con una habilidad natural para fluir con los cambios, que no se aferra a las cosas ni a las circunstancias –aunque a veces sea difícil– y que se siente “muy contenta” con lo que ve de ella.

–Desde muy temprano en la vida supe que yo iba a ser algo que no era lo que se esperaba de mí, con la carrera típica, un trabajo fijo, casarme y tener hijos –dice en una charla en medio de las obras de Deuda + Diáspora–. Me casé tardíamente y no fui madre, estuve en empresas y, profesionalmente, terminé siendo independiente. Estudié publicidad y periodismo y me fue muy bien, hasta que decidí que no era eso lo que quería para el resto de mi vida. Entendí que, si no daba el cambio, la profesión me iba a matar. Me fui a México por trabajo y me quedé allá porque me enamoré y me casé. Allá encontré al hombre de mi vida y ya llevamos 31 años juntos… mexicano él.

Al día siguiente de aquel asalto –“tenía yo la pistola en el pecho y al muchacho le temblaba la mano”- Jeannette comenzó un proceso de dos años en el que cerró la agencia de publicidad que con tanto esfuerzo y éxito había establecido, con una vasta clientela, no solo de México sino también de Estados Unidos, Japón y Francia.

Empezó entonces a hacer arte de forma intuitiva, trabajando la plastilina. Cuando tuvo contacto con la tridimensionalidad de la escultura, comprendió que ese era el camino. Tomó clases y talleres de arte, de la mano de quien considera fue un maestro sensacional, –“mi gran sensei”– Jorge Santiago López, quien vino con ella a Puerto Rico y le ayudó en la obra de arte público que Jeannette erigió en Caguas.

Entre este año y el 2018 Jeannette es –por segunda ocasión– becaria del Sistema Nacional de Creadores de Arte de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, distinción que ningún otro artista puertorriqueño ha obtenido y que incluso artistas nacidos en ese país rara vez reciben.

Deuda + Diáspora es resultado del seminario que tomé con Cuahutémoc Medina y Mariana Botey en el 2009, en la UNAM, titulado “Zona de Disturbio” y el tema que escogí entonces fue la manera como crecía inmensamente el endeudamiento de los puertorriqueños –explica–. Era ya como “una bola de nieve” que curiosamente no era solo de las personas, sino también del Gobierno. Estoy tratando el tema desde ambas perspectivas, incluso desde esa especie de opacidad con la que se maneja la deuda de Puerto Rico. Cosas de las que no se habla ni se escribe, pero que están ahí. También reflexiono sobre los poderes fácticos representados por el águila, el buitre, el tiburón y la rata. La depredación en su máxima expresión a través de un lenguaje que no es tácito y literal, rasgo que ha sido uno de los grandes retos de este proyecto mediante el desarrollo de una estética con una textura poética.

La vitrina del Caribe

A la derecha de Jeannette, un vídeo con los rostros y las voces de las tragedias individuales de la crisis y todos sus daños colaterales. Detrás de ella, un mapa de Puerto Rico con la ruta de la diáspora: parvadas migrando hacia el norte, inspirada un poco por los árboles de la vida de Metepec, en México.

–¿Qué te une a esta Isla como para volver y hacerlo con un tema tan espinoso como éste? ¿Por qué? ¿Qué te hace mirar a la isla? –le pregunto.

–Tener esta distancia me permite ver cosas que a la mayoría de las personas pasan inadvertidas –dice–. Es un privilegio que tengo que compartir. El que quiera ver, que vea. Hay una necesidad de hablar de estas cosas y de todos los problemas que se derivan de la crisis. Se trata de un fenómeno que genera reconversión económica, que obliga a la emigración a infinidad de familias puertorriqueñas que tienen que dejar atrás el patrimonio de una vida, que abandonan mascotas, propiedades… los efectos colaterales son terribles. Cada uno de esos casos es una tragedia, con una dimensión quizá diferente de lo que pasa en Siria, por ejemplo, pero dolor es dolor, cada cual en sus circunstancias.

–No es tanto el valor económico de lo que se deja atrás, sino su significado como referente de estabilidad –pienso en voz alta–. Una sola vida tenemos y buena parte de ella se trastoca desde la base y para siempre por esta crisis, por esta locura.

–He tratado de cuidar mucho las formas, no quiero terminar con tristezas –apunta–. Creo que hay esperanza... hay gente en lo que yo llamo “la resistencia”, personas que se han quedado a luchar, y también hay que contar esas historias. Se trata de nunca dejar de sentirnos vivos.

–¿Qué intuyes que podría estar sucediendo en los próximos años, no solo en Puerto Rico, sino también en el resto del mundo, a partir de lo que se está viviendo en estos tiempos?

–Tengo que respirar hondo –apunta–. Veo una humanidad polarizada en muchos aspectos, con personas que no se van a adaptar a estos cambios y que van a sufrir. Veo un mundo en el que la riqueza se hace más rica y la pobreza más pobre, con un gran hueco en medio.

Suspira y sonríe.

–Pero veo también a grandes personas surgiendo en ese proceso, en la ciencias, en las artes –añade para finalizar–. Son esos seres los que nos van a reconfortar en el camino y los que nos harán sentir que sigue valiendo la pena andar todavía por aquí, con una canción, con un poema, con una novela, con una película. Mientras eso exista, habrá razones para seguir.

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