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Foto del escritorMario Alegre-Barrios

Sharon Riley: "Un escenario es un altar"


“Estamos sentados donde hace muchos años estaba la casa de mi madre y la Farmacia Rexach… Todo esto fue expropiado para construir el Centro de Bellas Artes, pero aquí estaban… Y mami sigue por aquí”, me dice Sharon Riley casi al final de la charla que tuvimos hace poco en el curso de los ensayos de Entre amigas, obra que regresa este fin de semana a la Sala de Drama de este complejo.

Y sí, Sylvia Rexach ha estado presente a lo largo de la conversación, eterna en la memoria de su hija como referente de una infancia que Sharon recuerda feliz. “Desde los siete años yo ya era actriz”, dice. “Era cómico porque siempre me daban los papeles de la nena pobre, la sufrida, la enfermiza... y a Waleska Carbia, hermana de Awilda, como era rubita y de ojos claros, le daban los papeles de la nena rica. Me ponía furiosa porque el ‘set’ de la nena rica era a todo lujo… el mío no, siempre en una casita pobre”.

Sharon comenta que tuvo la suerte de tener a los mejores maestros en el Departamento de Drama de la Universidad de Puerto Rico. “Gilda Navarra, Myrna Casas, Dean Zayas… fue una época gloriosa en la Universidad de Puerto Rico, se montaron las mejores obras”, señala. “Estudié con Idalia y Florita Pérez Garay, Luz Minerva Rodríguez, Fernando Aguilú, Belén Ríos. Se acababa de fundar Teatro del Sesenta y tuve el privilegio de que me invitaran a forma parte del grupo”.

Miembro del elenco de El Derecho de Nacer -la primera telenovela que se hizo en Puerto Rico, en 1959- Sharon explica que tuvo una infancia marcada por una maduración temprana por vivir en el seno del efervescente ambiente artístico y la celebridad de su madre. “Los temas que se hablaban en mi entorno eran maduros, en un ambiente de tertulias y bohemias”, explica. “Tenía un conocimiento que un niño normal de 8 o 9 años no tenía. En mi casa se hablaba de todo, de la vida, de la homosexualidad, de la guerra, de quién era el amante de quién, en fin. Cuando se iba toda la gente, yo le preguntaba a mami qué quería decir todo aquello que no entendía y ella me respondía con mucha sinceridad. Así como de adelantada era en su música, así fue en la crianza que nos dio a mi hermana y a mí. Respondía con una sencillez y una seriedad que lo que me decía yo lo tomaba como lo más normal del mundo”.

Sharon tenía 14 años de edad cuando su madre falleció y se recuerda a sí misma en ese entonces “como una mujer con una madurez muy superior a la media”. “La mayoría de mis amistades eran de escuela superior”, comenta. “Tenía pocas amistades de mi edad, porque mis temas de interés eran otros. Nunca tuve favores especiales por ser la hija de Sylvia Rexach, pero sí una legión enorme de personas que me protegían. Al no estar mami, todos sus colegas me adoptaron de alguna forma como 'la nena'. Me cuidaban y me querían mucho”.

La actriz asevera que ser la hija quien fue nunca le planteó una carga por la responsabilidad que eso podría representar. “No, para nada, siempre ha sido una inspiración”, asevera. “Mira, todavía yo estaba en la universidad cuando se acercaba el sexto o séptimo aniversario de la muerte de mami y a Dean Zayas se le ocurrió hacerle un homenaje en el que yo cantaba y él narraba. Nos llevamos a Glenn Monroig con la guitarra. Así me convertí en la hija que cantaba las canciones de su madre y se fundieron nuestras dos carreras, yo honrándola a ella. Lo hicimos en casi todos los centros culturales de la Isla y llegamos hasta el Ocho Puertas”.

Con una carrera que incluye papeles en obras como Panorama desde el puente, Un tranvía llamado deseo, Sabor a miel y El efecto de los Rayos Gamma sobre la flor maravilla, Sharon comenzó la década de los 70 con un contrato con la peruana Panamericana de Televisión, como parte del elenco de Natacha, oportunidad de internacionalización que tuvo como precio dejar de hacer aquí El diario de Ana Frank, uno de sus sueños incumplidos.

“Justamente cuando estábamos por comenzar los ensayos para El diario de Ana Frank, me llegó la invitación de Perú”, explica. “Ya estaba hecho el ‘poster' con mi cara para anunciar esta obra, pero Dean me dijo ‘te vas, una oportunidad así no llega dos veces’. Fue tan generoso. El papel de 'Ana Frank' lo hizo entonces Ineabelle Colón, con mucho éxito. Las cosas pasan por algo y Dean fue muy sabio con ese consejo, porque fui a Perú y cuando regresé lo hice ya con más prestigio y con los beneficios que esto significa”.

Desde hace mucho tiempo Sharon reside en la ciudad de Orlando con su hija Sylvia, ya de 42 años. “Me fui por varias razones, pero lo que acabó de empujarme fue el asesinato de mi compañero, en un 'carjacking' frente a la casa de sus padres”, explica. “Con la mudanza también quise dar a mi hija un mejor cuidado a su condición y ofrecerle un poco más de independencia. Habíamos vivido mucho tiempo juntas y quería cortar un poco el 'cordón umbilical' y eso lo encontramos en Orlando, en Duvall Home, donde sin importar la severidad de la condición de las personas con impedimentos, ahí tienen áreas diseñadas para ellos. Sylvia vive en una urbanización con un cuidado de 24 horas, pero en el que se fomenta cierta independencia”.

Al repasar los momentos más memorables de su carrera, Sharon recuerda con especial cariño su mencionado ingreso a Teatro del Sesenta. “Tenía que ser por invitación”, explica. “Yo todavía era estudiante en el Departamento de Drama de la UPR. En Teatro del Sesenta no te daban un papel principal pronto. Tenías que comenzar por lo elemental, haciendo utilería, barriendo… en fin. Recuerdo mi participación en Panorama desde el puente, con Félix Monclova, el padre de René. Me dieron un papelito que solo salía al final. Todo lo que tenía que hacer era sorprenderme y dar un grito ante un cadáver. Practiqué aquello como si fuese un monólogo de Shakespeare. Así me fui ganando las tablas”.

Eso -“ganarse las tablas”- es algo que -asevera Sharon- “ya no se hace actualmente”. “Un escenario es un altar y ya no se le respeta de esa manera”, señala la actriz. “Ese espacio te lo tienes que ganar, te tienes que hacer digno de cada pedacito de ese escenario con tu trabajo y con el paso del tiempo. Ser actor es una responsabilidad inmensa porque das vida a personajes que de otra manera se quedarían en el papel. Eso es sagrado, dar vida, y ya no se respeta. Si uno se para en un escenario y el público se va como llegó, sin nada más, es un fracaso. Cualquier persona del público debe llevarse algo… una sonrisa que no tenía cuando llegó, una vivencia, una reflexión, un aliento, un consuelo… si se va sin algo positivo, uno falló”.

Respecto a su participación en Entre amigas, Sharon dice que es un privilegio poder celebrar varias décadas de amistad con Marilyn Pupo, Ángela Meyer, Camille Carrión y Johanna Rosaly. “Estar con ellas en escena da una seguridad enorme”, apunta. “Hay mucho cariño, apoyo… todas brillamos con luz propia. Somos como hermanas y esto ha quedado de manifiesto en este proyecto. En esta obra hago el papel de ‘Nina’, el más complicado de las cinco. En mi carrera he hecho dos papeles con una angustia enorme: ‘Dranky’, un monólogo exquisito de Tere Marichal, y ahora ‘Nina’, un personaje de unas complejidades inmensas. Es una montaña rusa de emociones y tengo que llorar de verdad para poder decir algunas líneas. Tengo que entrar a ese lugar secreto que todos tenemos donde hay dolor de verdad”.

Hace dos años Sharon se retiró como maestra de educación especial en Orlando, labor que desempeñó durante tres lustros. Más o menos para la misma época en que dio por concluida esta profesión, un primo la llamó para decirle que su tía Dinorah -la última hermana de su madre- había fallecido. “Tenía para mí varias cajas con fotos y documentos de mami y la familia, pero sobre todo de mami”, explica. “Voy a hacer un museo de mi mamá, pero ella no va a estar sola, sino que estará acompañada de varias compositoras de Puerto Rico, desde el siglo 19 hasta la actualidad. Mami fue una compositora enorme, pero no es la única que ha tenido Puerto Rico y quiero hacer justicia a muchas que también merecen reconocimiento. Si no lo hago yo, nadie lo va a hacer. Ya estamos trabajando en eso. Ya se incorporó y estará en Santurce. Se llamará ‘Museo Sylvia Rexach y Otras Voces Femeninas’. Esperamos que abra en unos cinco años. Este es el proyecto de mi vejez”.

Y me dice… “estamos sentados donde hace muchos años estaba la casa de mi madre y la Farmacia Rexach…”.

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