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Resonancias de un mágico viaje a Ecuador

Foto del escritor: Mario Alegre-BarriosMario Alegre-Barrios


LA GÉNESIS: Un viaje a Ecuador a la sede de la legendaria compañía Malayerba; la presentación ahí de la obra de Myrna Casas “El gran circo eucraniano”; y la participación en unos talleres de dramaturgia con los eminentes Arístides Vargas y Charo Francés.

 

Una muestra de los cosechado en esta visita al país sudamericano —de parte de un grupo de estudiantes y profesores del Departamento de Drama del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico— se presentará este viernes y sábado en el Teatrito de este campus con funciones a las 8 p.m. La entrada a estas funciones es gratuita para todo el público, pero siempre se aceptan donativos para el Departamento de Drama.

 

“Una mirada al (des) encuentro” revisitará las puestas en escena de las 4 piezas que se crearon como fruto de esos talleres: “Descosiendo el vientre”, dirigida por Thais González; “Umbral de una memoria”, con Michael Rivera en la dirección; “Malditos ángeles”, dirigida por Skylar Agosto; y “El nido del doctor”, dirigida por la actriz, directora y profesora Rosabel Otón, quien también fue la organizadora del viaje que se realizó entre el 1 y el 12 de julio pasado y portavoz del grupo.

 

—Este proyecto surge de los talleres que tomamos un grupo de 25 personas en Quito, en la Casa Malayerba, como parte del 27mo. Encuentro Teatral —explica Rosabel Otón—. Éramos un grupo de 21 puertorriqueños y 4 ecuatorianos. Como parte del encuentro también presentamos “El gran circo eucraniano’’. Fue una experiencia muy exitosa… parecía como si la obra hubiese sido montada para ese espacio. Después tomamos los talleres y nos dieron dos días completos de dramaturgia, donde hubo que escribir siguiendo las pautas de Arístides. Hay que recordar que desde hace 30 años Rosa Luisa Márquez es una de las gestoras de esos talleres. Yo estuve por primera vez en el 2004 y regresé en el 2019, siempre con grupos de estudiantes de la universidad.

 


Rosabel añade que, en lugar de que  Arístides escogiera a los grupos de trabajo para los talleres, seleccionó a cinco directores, cuatro de Puerto Rico y un ecuatoriano y les encomendó a cada cual escoger a los integrantes de su equipo.

 

—El reto era leer los textos de otros grupos, no el propio y decidir en el proceso qué hacer con ellos —apunta Rosabel. —Arístides dice que los textos son inacabados y que deben ser maleables…. ver cómo todos esos lenguajes se juntan para producir un nuevo texto escénico. Es fascinante por todas las vertientes y todas las interpretaciones que pueda tener un texto y cómo se nutre del trabajo en equipo. En esos tres talleres experimentamos a trabajar, a montar y a interpretar algunas de las escenas de los textos que habíamos escrito. Y entonces, con Charo Francés, trabajábamos el análisis del personaje, las emociones, las intenciones; y, con Arístides, las diferentes opciones para montar una escena de diferente manera, que no tiene que ser siempre realista y que a veces eso que no es realista, puede revelar más de ese texto, algo más de lo que la persona que lo escribió quiso decir, o revelar lo que no está dicho, pero que había la intención de decirse.

 

De los frutos de ese proceso se seleccionaron cinco obras y se montaron en solo dos días.

 

—Charo nos decía, “memoricen para mañana una escena que tenga al menos 10 líneas cada personaje” y había que memorizárselas para luego presentarlas y que ella nos diera su opinión y nos hiciera las preguntas que creyera pertinentes —ilustra—. La Casa Malayerba tiene tres pisos y entre ellos se dividieron los montajes. Arístides nos dio dramaturgia y dirección escénica. Fue muy interesante ver cómo el trabajo se hace en colectivo. El texto es como una espina dorsal, de donde va a salir todo el montaje.

 

 —¿Y qué va a pasar ahora?

 

—Vamos a presentar cuatro de las cinco piezas, porque la quinta era del artista ecuatoriano y no está aquí —señala Rosabel.

 

—¿Tienen cambios respecto a lo que presentaron allá?

 

—Sí, porque las hemos seguido trabajando estas últimas dos semanas y les hemos hecho modificaciones, con escenas que se querían hacer allá y no se podía por el tiempo —explica—. Los elencos de estos cuatro montajes están integrados por estudiantes del Departamento de Drama, en mi caso dos de ellos de mis cursos de Pantomima.

 

Sinopsis de cada pieza



“Umbral de una memoria” — Dir. Michael Rivera — La pieza evoca una transición entre dos estados o realidades, representando un punto de entrada a lo desconocido. En la escena, Alfonso se encuentra en un limbo, un espacio que simboliza su desconexión con el pasado y su búsqueda de identidad. A medida que el entorno le revela memorias olvidadas, se despliega la historia de su vida, permitiéndole entender cómo llegó a este estado liminal. Este proceso de confrontación con su propia historia se convierte en un viaje de autoconocimiento y reconciliación.



“Descosiendo el vientre” — Dir. Thais González — Es una pieza en el que cada integrante profundiza en su relación maternal y expresa la complejidad de ese intercambio recíproco y simbiótico en el que nadie es culpable de que le duele, sino responsable de los que comprende de esa relación. Es una pieza que libera nuestro linaje materno a medida que nos liberamos nosotras.



Malditos ángeles” — Dir. Skylar Agosto — Una mujer cargada de los secretos oscuros de su familia, nos guía a través  de sus recuerdos más dolorosos. A medida que explora su silencio forzado, revela la fragilidad humana y la fuerza con la que enfrentó lo indecible. Con una mirada divina que observa desde lejos, los eventos que marcaron su vida son tratados como parte de la condición humana, inevitable y ordinaria. Esta obra, nacida de la colaboración entre el elenco y enriquecida con las palabras de otros artistas, nos invita a reflexionar sobre las cicatrices del pasado y los ecos del silencio.



“El nido del doctor” — Dir. Rosabel Otón — El texto de la compañera Patricia Vázquez trata sobre las dimensiones emocionales del tiempo y la memoria. Es una invocación de los recuerdos como un detonante emocional para sentir la complejidad de estar vivo y mantener una conexión con ese ser amado que ha partido a destiempo, con la esperanza de volver a verlo y escuchar su voz, aunque sea por última vez.

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