DURANTE UN PAR de años vivimos muy cerca –en el mismo edificio, en el mismo piso– pero nos cruzamos muy poco, a veces en el ascensor, tal vez en el pasillo, dejando siempre en el aire la posibilidad de sentarnos a platicar, de repetir la charla que habíamos tenido tal vez quince años antes, en otro piso del mismo condominio, su residencia en ese entonces, cuando ambos jamás imaginamos que dos décadas y algo más pasarían en un suspiro y que en el 2017 estaríamos conversando como en aquella ocasión.
Aquella reunión fue obviamente a principio de los noventa, cada cual con un cuarto de siglo menos en la piel y en el alma, ella sin saber aún que se convertiría en madre de Ivana –ahora toda una mujer de 23– y de que su ilusión de hacer camino en la actuación, en el teatro, de la posibilidad de vivir muchas vidas en esta única que tiene, sería una realidad.
Ese encuentro con la actriz Marian Pabón –quien presenta el monólogo Medea, entre este jueves y el próximo domingo, en la Sala Experimental del CBA Luis A. Ferré, dirigida por Julio Ramos– se dio finalmente la semana pasada, en la sala de su apartamento –frente al ascensor donde hace tiempo nos llegábamos a cruzar– con la sorpresa del tiempo transcurrido y la curiosidad de dar un vistazo a ese camino de ella que tiene sus referencias más remotas en la infancia, con dos ejes fundamentales, la familia y el baile.
–Cuando pienso en eso siempre me recuerdo en mi casa, con la familia, o en una clase de baile –dice con esa habitual elocuencia con la que habla sí, con la palabra, pero también con la mirada; sí, con la palabra, pero también con el gesto–. Claro que tuve opciones para hacer otra cosa en la vida, como las tuvieron mi hermano, que es abogado, y mi hermana, maestra de niños pequeños. Todos tuvimos las mismas opciones, pero para mí el baile era lo que me llenaba la vida. Iba a las clases de mi hermana, mi mamá me ponía un leotardito para que no me sintiera mal y bailaba con los mayores. En la escuela, lo mismo, yo pequeña y terminaba metida en el coro de la ‘high’. Mi vida siempre se inclinó hacia eso.
Marian tuvo la ilusión un tanto fugaz de ser bailarina de ballet, pero –asevera- no tenía el cuerpo para eso, y cuando vio su primera obra de teatro musical supo que eso era lo que quería hacer para el resto de su vida… y se enfocó en eso. Su padre –el legendario pionero de la televisión, don Mario Pabón– le advirtió del trabajo y entrega que el mundo del arte demanda y ella así lo acepto. Se fue entonces a estudiar a Estados Unidos, a la American Academy of Dramatic Arts, en Manhattan, luego de haber estado en Boston, donde se dio cuenta de que no quería saber de matemáticas ni de ciencia porque eso “era perder el tiempo, dedicada a ‘term papers’ y otros proyectos”.
Al graduarse en teatro musical –y mientras tenía la intención de permanecer en Nueva York en busca de audiciones para ejercer lo que había estudiado– vino de vacaciones a Puerto Rico y su padre le dijo que quería que participara en un especial en Telemundo, proyecto en el que bailaría y actuaría.
–El especial se vendió muy bien y fue un éxito –recuerda–. Y entonces me convencieron de quedarme un poco más porque estaban haciendo ‘castings’ para telenovelas. Decidí probar y terminé quedándome. Así trabajé dos semanas en Vida, en WAPA, pero lo dejé porque me ofrecieron un muy buen papel en Ariana, en Telemundo, donde también fui parte de El Ídolo y Rojo Verano. Luego regresé a WAPA a hacer Aventurera.
Siempre en papeles de mala o de prostituta, recuerda con una carcajada.
–En mis ‘stand-ups’ digo que siempre hacia de prostituta mala que se convertía en buena o viceversa –comenta divertida–. Hasta de prostituta gitana hice, vamos, que todos los géneros de la prostitución yo los he ejercido en televisión. No entiendo por qué, pero así ha sido. Hasta en la comedia: uno de mis personajes más importantes es “Brenda Q”, también una prostituta. Eso me persigue y no sé si en alguna vida anterior yo tuve algún problema… no, no lo soy, que quede claro, solo lo actúo. Todavía no he tenido que recurrir a eso y no creo a esta edad nadie pague mucho por esto, así es que vamos a dejarlo ahí.
"Me gusta la gente que es la mejor en lo que sabe hacer y se mueve hacia el frente, sin importar la profesión u oficio, la que se esfuerza para dar el máximo... con esa gente sí soy optimista, pero con el país… no sé"
Marian Pabón
De la actuación dramática a hacer reír, Marian se descubrió en la comedia cuando la llamaron para trabajar en el programa Cuqui, con Ivonne Coll, donde Emmanuel “Sunshine” Logroño la vio y la llevó como invitada a Sunshine’s Café y más tarde se integró al espacio de A fuego, en Teleonce, años en los que, además de “saltar de comedia en comedia, porque no estaba pasando nada en drama, hice también muchas zarzuelas”.
A pesar de la vinculación tan fuerte que tiene con el mundo de la televisión –en el que se mantiene muy activa en producciones de WAPA TV– Marian asegura que donde ella siempre se ha "curado” es en el teatro.
–La televisión es para mantenerme vigente ante el público y para tener exposición para que los productores de teatro me llamen a trabajar –comenta–. Eso es la televisión para mí. La pasión mía es el teatro. Me dicen que soy actriz de televisión, pero no: soy actriz y punto. Yo estoy como un limbo… los puristas del teatro no me aceptan, porque dicen que soy de televisión y que solo hago comedia. Lo que a veces no saben es que yo he vivido del teatro, a veces haciendo tres y cuatro obras a la vez. El teatro es mi gran amor. Mayormente me llaman para hacer teatro comercial, alguno bueno, otro no tanto, pero que tengo que hacer porque hay que generar dinero para sostener un hogar. Mi hija se independizó hace dos años, pero aun así a veces la ayudo. La mayoría a mis compañeros –como Suzette Bacó, Yamaris Latorre, René Monclova y todos los de ese corillo– nos pegamos en la televisión, pero somos de teatro y esa es nuestra formación.
Desde hace cerca de tres lustros Marian ha encontrado un nicho en el mundo del ‘stand-up’, género en que la veta temática es su propia vida.
–Para mí, el ‘stand-up’ es como una catarsis, comenzando desde la escritura misma –señala–. No soy de escribir sobre temas políticos o de crítica social, sino desde mis propias experiencias con mis divorcios, mi hija, mi trabajo… lo empecé a hacer porque cuando yo contaba mis historias, mis problemas quizá espantosos, la gente, en lugar de cogerme pena, se reía. Me decían que lo contaba de una manera que da gracia y entonces pensé en la manera de sacarle 'chavos' a esto. El primero que hice fue para un 'show' de secretarias que producían Suzette Bacó y Yamaris Latorre. De eso hace como 15 años. Aprendí a reírme de mí misma. A quien más tiro ‘al medio’ es a mí y hablo de mi nariz, de mi ‘jinchera’, de lo ‘nerda’ que era, de las tragedias de mis dos divorcios, de mi último rompimiento, en fin, me ‘bufeo’ todo lo que he llorado.
En la piel de "Medea"
Respecto a la puesta en escena de Medea, Marian explica que el antecedente se ubica en el unipersonal que hizo no hace mucho titulado Esperando tu regreso, basado en una historia que le contó su mamá sobre su experiencia con una pitonisa, quien le dijo que su esposo –el fenecido Mario Pabón– la amaba tanto que iba a reencarnar en alguno de los niños que llegaran a la familia.
–Desde entonces mi mamá está esperando que ese bebé nazca para entonces ella morirse y renacer junto a mi papá –dice Marian–. Por eso, cada vez que nace alguien en la familia todos esperamos que no se parezca a mi papá, para que mi mamá nos dure varios años más. Basado en esto, escribí esa historia de amor, un monólogo que produje con Julio Ramos, que él dirigió y con el que viajamos fuera de Puerto Rico.
Precisamente fue la oportunidad que hay para el teatro clásico en festivales internacionales lo que –por recomendación de Julio– estimuló a Marian a escribir su propia versión de la Medea de Eurípides, “personaje muy complejo y terrible del que me valgo para cruzar algunas líneas, algo que el público no está acostumbrado a verme hacer”.
–Por ejemplo, hace una tragedia, no ya un drama, sino una pieza clásica de la complejidad de Medea, en la que siempre se está “arriba”, sin un momento de respiro, ni para mí y tampoco para el público –señala–. En este monólogo, tomo esa pieza clásica para darle un giro y meter la naturalidad que a mí me gusta darle a la actuación. Sin duda ésta es una de las cosas más difíciles que he hecho: dar vida y naturalidad a una mujer que no tiene humanidad ninguna, que asesina a los hijos para vengarse de su marido, no por locura, sino solo por venganza. Julio Ramos ha hecho con esta obra un trabajo de dirección fabuloso… tenemos una química extraordinaria.
Marian asevera que “es feliz”, que está “sola y tranquila”, como nunca antes.
–Mi hija está en Nueva York haciendo lo que más ama, mi madre y la familia muy bien, al igual que mis amigos –reflexiona–. Estoy bien así… a veces me hablo y me regaño, me miro en el espejo y me insulto y me digo que todo va estar bien. Soy realista, aunque los que me conocen me dicen que soy pesimista.
–Y el amor… ¿Te cansaste de él?
–No, no me cansé ni estoy cerrada a eso, solo que no ha aparecido nada interesante, nadie que me mueva –asevera–. Para yo envolverme con alguien ahora debe ser con alguien que de verdad me mueva y con quien me sienta realmente apegada. Cuando amo, me entrego demasiado y debo aprender a no hacerlo, porque cuando se acaba, me destruyo. Debo de trabajar en eso. Cuando me enamoro, me enamoro full, pero debo cogerlo suave… y no darme tanto. Convivir con alguien ahora no sé si me interese. Es la primera vez que estoy así, viviendo sola en mi casa, tranquila, sin rendirle cuentas a nadie. Claro que a veces sí hace falta esa compañía. Suelo llamar a mis amigos, como Albert Rodríguez, y ahí están, siempre para mí. Me gusta la relación de pareja… cuando estás con la persona correcta, es maravillosa, cuando no, es un infierno.
–¿Y qué te mueve en estos momentos, qué te ilusiona?
–Mi hija Ivana, que eche para adelante –dice sin dudar un instante–. Es una mujer maravillosa, que está en el mundo de la actuación y el baile y quiere hacer televisión en Estados Unidos. Mi deseo es verla triunfar, tengo esa fe, ella tiene el talento para eso. Por lo que a mí respecta, quiero viajar con mi trabajo y darme a conocer fuera de Puerto Rico.
–¿Optimista con el país?
–¡Ay Dios!... yo sé que la gente está tratando de echar para adelante –dice dubitativa–. Optimista, no sé… Dicen que todavía nos falta caer más. Soy optimista con la gente que yo sé que tiene el deseo de echar hacia delante. Hay muchos que están quedados, que lo que quieren es quedarse donde están y son los que atrasan al país. Me gusta la gente que es la mejor en lo que sabe hacer y se mueve hacia el frente, sin importar la profesión u oficio, la que se esfuerza para dar el máximo... con esa gente sí soy optimista, pero con el país… no sé.
Foto superior y vídeo: Eileen Rivera Esquilín
Foto "Medea": Javier del Valle