top of page
Foto del escritorMario Alegre-Barrios

"Cuando era puertorriqueña" y el día de las palabras espinosas


FUE EL MISMO día que un profesor de una escuela de San Lorenzo estalló en ira y le gritó a uno de sus alumnos que cogiera “el jodío libro” y estudiara. Fue el mismo día que ese profesor reforzó con un sonoro y nunca mejor puesto “puñeta” su hartazgo ante la desesperante realidad que a diario tienen que enfrentar muchos que, como él, intentan enseñar a bandas de niños y jóvenes huérfanos de la noción más elemental de lo que es respeto, responsabilidad y afán por aprender. Fue el mismo día que a los moralistas del país se les olvidó que no hace mucho el fervor patrio les hizo acuñar como neologismo el término “puig-ñeta”, de la misma manera como hace ya algunos años el pecho se les hinchó de orgullo al gritar también “puñeta” a coro con Tito Trinidad.

Ese mismo día -más o menos a la misma hora- en el Teatro Braulio Castillo de Bayamón, la actriz Cristina Soler daba la bienvenida a un grupo de estudiantes a una de las funciones de Cuando era puertorriqueña -de Esmeralda Santiago- aclarando muy pertinente y respetuosamente que durante la obra los actores dirían dos o tres “coños” y otros cuantos “carajos”, y que no por eso los jóvenes tenían por qué explotar en carcajadas, ya que -después de todo- esas son palabras que se escuchan todos los días -nada para escandalizarse ni para asustarse, por supuesto- sobre todo para no perder -por el escándalo- detalles valiosos del diálogo.

Cosas de nuestro realismo mágico, la coincidencia.

Uno y otro contexto -el del profesor de San Lorenzo y el del saludo “protocolar” al público teatral estudiantil- avalan plenamente el uso de esas palabras. En ambos escenarios no hay sinónimos posibles. En las dos situaciones el mensaje llegó claro y contundente, sin el menor espacio para interpretaciones equivocadas.

Porque no hay palabras buenas o malas. Solo hay palabras. Y situaciones que las validan. O no.

De regreso de la divagación, la obra: Cuando era puertorriqueña se presenta en el Teatro Braulio Castillo con funciones para el público en general hoy viernes y mañana sábado a las 8:30 p.m. y el domingo a las 5 p.m., en una producción de Raymond Gerena, con un elenco integrado por Yamaris Latorre, Leru Ruíz, Marcela Santiago, Janilka Glorimar, Luis Santiago y el propio Gerena, con Cristina Soler como directora y autora de la adaptación teatral, luces de Lynette Salas y vestuario de Abigail Vargas.

Cuando era puertorriqueña transita a través de los primeros 14 años de vida de Esmeralda Santiago, primero en Puerto Rico y luego en Nueva York, con Yamaris Latorre como la Esmeralda adulta que narra desde el presente el fruto de la evocación de su infancia y adolescencia, edades que en escena adquieren presencia a través de Marcela Santiago y Leru Ruíz, respectivamente.

Cristina comenta que “la necesidad es la madre de la invención”, dicho que explica la materialización de este proyecto. “Cuando Raymond (Gerena) me habló de hacer una adaptación para escuelas de Cuando era puertorriqueña, lo que estaba en la mente de él era algo unipersonal, pero no lo entendí así y le entregué algo con muchos personajes", apunta. "Sabemos lo que es hacer teatro en el país, más para escuelas y, cuando él vio la cantidad de actores, me dijo que era imposible por ser demasiado oneroso. Entonces llegamos al acuerdo de reducir los personajes y pedir ayuda a colegas, quienes con sus fotos nos ayudan a establecer escenas”.

“En el proceso, todos hemos crecido y he visto cómo todos los que están trabajado en esta producción viven un proceso constante de búsqueda y descubrimiento”, agrega Cristina. “Todo ha cuadrado de una manera muy estimulante y presenta a esa Esmeralda fragmentada pero al mismo tiempo como un continuo en el tiempo”.

Yamaris, por su parte, señala que “es retante y a la vez muy enriquecedor presentar a los jóvenes de esta generación ese Puerto Rico que desconocen”. “Y también sorprende la cantidad de similitudes que aún tenemos con ese pasado”, comenta. “Ahora mismo, con toda la gente que se está yendo del país, hay que reflexionar en lo que entraña ese sentirse ‘híbrido’, ese sentirse ‘de ningún lugar’, esa falta de identidad como pueblo, ese patriotismo que sentimos y al mismo tiempo ese sentir que no se es parte del propio país… eso es algo que estamos viviendo todos los días y lo que le da una vigencia absoluta a esta obra”.

Respecto a su papel, Yamaris dice que ha evolucionado luego de haber comenzado solo como una narradora y convertirlo en una Esmeralda más reflexiva y activa en escena. “Creo que ya está más como debe de ser, luego de haber tenido oportunidad de conversar con la propia Esmeralda y hablar de sus experiencias”, explica. “Ya me siento mucho más identificada con ella en esta puesta escena y le he podido dar nuevos matices que han enriquecido el trabajo".

Leru -la Esmeralda adolescente- comenta que le tiene un cariño muy especial a esta obra porque “presenta al Puerto Rico de los años en los que se vivían grandes cambios por la industrialización”. “Yo soy de Guayanilla, soy una jíbara y lo seré eternamente, me encanta el campo y sé lo que es amar tanto un espacio y tener que salir de él por razones ajenas por completo a la propia voluntad”, apunta. “Eso es lo que vive 'Negi', que es como le llaman cariñosamente a Esmeralda, cuando la sacan de Macún para ir a vivir a Santurce y luego a Nueva York. Vemos cómo esos años de ella no fueron nada fáciles, con unos padres disfuncionales, un padre ‘sabrosito’ y mujeriego”.

Leru agrega que ésta es “una obra hermosa”, que “destaca la importancia de escribir y de no olvidar de dónde uno es”. “Para cada cual esto tiene un significado muy personal, pero el sentimiento es universal”, señala. “Es además una obra muy pertinente en los momentos que estamos viviendo.

“De chiquita a mi me gustaba jugar mucho con mis amigas y veía muchas películas y mucha televisión. Y quería ser muy famosa”, dice casi sin respirar Marcela Santiago, la más joven de las ‘Esmeraldas’. “Los mayores me decían que yo era un ‘personaje’, así que yo dije ‘quiero ser actriz’, desde pequeñita”.

Admiradora irredenta de Cristina Soler -“la mejor directora que he tenido”- y de Tita Guerrero, Marcela explica que lo difícil de dar vida a la Esmeralda niña “es la complicación que había en la relación” de los padres divorciados de la escritora. “Mis padres de verdad están divorciados pero se llevan súper bien, como si estuvieran juntos”, explica la actriz de solo once años. “Para mí, lo difícil de este papel es sentir el dolor que están sintiendo mis padres. Ha sido difícil pero ya he entrado en el personaje. Por lo demás, sueño con terminar de escribir mi libro, que es una novela, que trata de una niña, hija de una reina enferma que la abandonó y que trata de descubrir quién es su madre, que aparentemente falleció pero que no falleció, sino que fue asesinada. La estoy escribiendo en mi iPad”.

-Cuando acabes tu novela me avisas y hacemos otra entrevista -le digo.

-Sí claro, sería genial -responde chispeante.

-Espero estar vivo para entonces -agrego.

Y entonces me hace el día:

-¡Cómo que no vas a estar vivo, si tú eres tan joven! -dice la sabia criatura.

"Va a llegar muy lejos esta niña con tanta verdad", pienso con un júbilo que se evapora tan pronto agrega ella de manera imprudente:

-No debes de tener más de treinta.

Descubro entonces que su sabiduría en realidad es solo bondad.

461 visualizaciones0 comentarios
bottom of page